La marca del desarrollo - Marcas de amor

Debido a nuestra naturaleza corrompida por el pecado, llevamos una vida en constante lucha. Sin embargo, incluso en la lucha del proceso educativo de Dios al santificarnos, es necesario comprender los indicadores del desarrollo espiritual. Podemos estructurarlos en tres fases: la primera es la resistencia, este es el momento en que nos negamos a hacer la voluntad de Dios. La segunda fase es la sujeción, que se caracteriza por el deseo de hacer lo que Dios quiere, aunque nuestro impulso sea otro; por último, la tercera fase es la alineación, cuando nuestra voluntad es la misma que la de Dios, aunque no seamos perfectos en su ejecución. Dios está utilizando todos los instrumentos a su disposición para nuestro desarrollo, y la familia juega un papel central en este proceso.

Introducción

Debido a nuestra naturaleza pecaminosa, vivimos una vida de lucha constante contra el pecado. Sin embargo, incluso mientras luchamos en el proceso educativo de Dios, al santificarnos es necesario comprender los indicadores del desarrollo espiritual. Podemos utilizar el desarrollo de una planta como ilustración. ¿Qué cuidados debemos tener para que la semilla se convierta en un árbol fructífero, o en un hermoso arbusto en flor? Así, es el desarrollo de nuestra vida espiritual y de nuestra familia. Hay indicadores de desarrollo espiritual.

Desde el contexto bíblico, veremos cada uno de estos indicadores mostrando el papel fundamental de la familia en este desarrollo.

Contexto Bíblico

El contexto bíblico está en Romanos 6; Tito 3.

El desarrollo de una relación con Dios, como podemos verificar en la Biblia, es un proceso gradual y continuo, en el cual el ser humano avanza hacia un conocimiento y unión cada vez más profundo con Dios. Este proceso puede entenderse en tres fases distintas: primero es cuando Dios nos encuentra en el pecado y la rebeldía contra él, luego la obediencia incluso cuando esos deseos están en conflicto y la alineación de la voluntad humana con la voluntad divina. En cada una de estas fases, la familia desempeña un papel fundamental como instrumento de Dios para guiar, apoyar y nutrir el crecimiento espiritual de sus miembros.

La rebeldía y el papel de la familia

La primera fase de la relación con Dios es la rebeldía, el estado caído del ser humano que se caracteriza por la resistencia del hombre a so- meterse a la voluntad de Dios. La rebeldía se identifica por el deseo de seguir los propios caminos, ignorando la voluntad de Dios.

En este contexto, la familia es el primer entorno donde se establecen los valores, los límites y las orientaciones de vida. En Génesis 18:19 dice:

“Porque yo lo elegí para que ordene a sus hijos y a su casa después de él, para que guarden el camino del Señor y practiquen la justicia y el juicio, para que el Señor haga venir sobre Abraham lo que le prometió.”

Este versículo refleja el papel central de la familia, especialmente de los padres, para instruir y guiar a sus hijos desde temprano. El quinto mandamiento se alinea con los primeros cuatro en el sentido de establecer, por la voluntad de Dios, la autoridad sobre el ser humano. Y trae, por la obediencia a la ley, una barrera de protección contra las consecuencias de la rebeldía:

Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da. Éxodo 20:12

La familia, contra la rebeldía del corazón, actúa como un faro de esperanza y orientación. Incluso cuando un miembro se rebela, la familia está llamada a mantenerse firme en las enseñanzas de Dios, ofreciendo amor, paciencia y apoyo, esperando el momento en que el corazón rebelde se rinda al Espíritu Santo.

La rebeldía trae consigo sus marcas. E, inevitablemente, causará enfermedad y desarmonía en las relaciones. La marca de la rebelión de Caín contra Dios fueron los golpes fatales que él infligió contra su hermano.

La obediencia y el papel de la familia

La segunda fase del desarrollo espiritual es la obediencia, que ocurre cuando el ser humano, reconociendo su condición falible y caída, decide someterse a la voluntad de Dios. La obediencia es el primer paso concreto hacia una vida espiritual, mental y física saludable y no es posible sin confesión y arrepentimiento.

La familia es, en este momento, el núcleo de apoyo esencial, alentando y reforzando la decisión de vivir de acuerdo con los mandamientos divinos. En Efesios 6:1-4, Pablo escribe:

“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y vivas mucho tiempo sobre la tierra. Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor.”

Es fundamental comprender la obediencia en este momento porque se manifiesta inconfundiblemente ante aquellos que representan la autoridad divina en la vida del individuo. Así como los padres son el reflejo de la longanimidad del amor y del cuidado divino, también son el reflejo de su autoridad. El reconocimiento de la autoridad y la infinita superioridad de Dios en la vida de alguien también se reconoce por sus marcas. Un corazón, en este momento, incluso en lucha contra su propia voluntad o lógica, se somete a lo que Dios ha dicho por causa de él. Pedro nos da una frase que sintetiza este momento cuando Jesús realizó un milagro en su barca. Jesús dijo:

“Lleva la barca al lugar más profundo del lago y luego echen las redes para pescar. En respuesta, Simón dijo: Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos pescado; pero, sobre tu palabra, echaré las redes” (Lucas 5:4 y 5)

Pedro obedeció a Jesús no porque las palabras de Jesús tuvieran sentido materialmente, sino porque reconoció que es Jesús quien da sentido a todas las cosas.

El alineamiento de la voluntad humana con la voluntad divina y la familia

La tercera fase del crecimiento en dirección al propósito de Dios es el alineamiento de la voluntad humana con la voluntad divina. En esta fase, el individuo no solo obedece a Dios por obligación, sino que em- pieza a desear lo que Dios desea. Este es el punto al que el Espíritu Santo quiere llevarnos en el proceso de desarrollo, donde la voluntad del hombre y la voluntad de Dios se convierten en una sola, y la alegría del corazón humano está en adorar. El salmista expresó en poesía: “Me deleito en hacer tu voluntad, oh Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón” (Salmo 40:8).

Josué declara: “Yo y mi casa serviremos al Señor”. Este versículo refleja el ideal de una familia que, unida, decide vivir en sintonía con la voluntad de Dios.

Cuando la familia, en su conjunto, busca ese alineamiento, se convierte en un poderoso instrumento de Dios en la formación de sus miembros. En esta fase, las decisiones, los planes y los sueños de la familia se someten a la voluntad divina, y cada miembro es alentado a discernir y seguir la voluntad de Dios en su propia vida.

Aplicación

La paternidad/maternidad desempeña un papel importante en nuestra comprensión del carácter de Dios. La identidad servil es el punto culminante de la madurez en la fe.

La comprensión de la voluntad de Dios para con nosotros es fundamental para la salud mental.

La oración en conjunto, el estudio de la Biblia, la participación en la misión y el culto familiar se convierten en prácticas centrales, ayudando a cada miembro a crecer en madurez espiritual.

Que nuestra oración hoy sea: 
Señor, profundiza tu presencia en mi vida y que mi desarrollo impulse el crecimiento de todos a mi alrededor. Llévame a desear todo lo que tú quieres y a rechazar todo lo que no te agrada. Amén.

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