El matrimonio cristiano tiene que representar a Cristo

By
Ekkehardt Mueller

Hace algún tiempo, la sección de deportes de un periódico, informaba acerca de Emil y de Dana Zatopek. Ellos nacieron el mismo día: el 9 de septiembre de 1922. Ambos fueron atletas destacados: ella como lanzadora de la jabalina, y él como maratonista, corredor de largas distancias. Ellos fueron la primera pareja de esposos que alcanzaron campeonatos olímpicos en las Olimpiadas de Verano de Helsinki -el mismo día- el 24 de julio de1952. Ellos celebraron su séptimo-quinto [75to] cumpleaños juntos. Dana era la menor de ambos. Sus madres respectivas clarificaron esto el día de la boda de ellos, en el 1948. Emil dice: "Yo nací poco después de media noche. Dana no nació sino hasta las siete de la mañana". Ya para ese momento su universo estaba en orden -aclara Dana- "porque su esposo tenía que ser el mayor de ambos"1 Esta pareja tenía muchas cosas en común, y la foto que reprodujo el periódico mostraba una pareja de adultos mayores muy armoniosa. El matrimonio es un don divino, y debe recordarnos del Paraíso creado por Dios en el Edén.

Veamos lo que Pablo tiene que decir en cuanto al matrimonio en Efesios 5:22-33. Este texto o pasaje de las Sagradas Escrituras parece ser poco popular en nuestros días.

"Casadas, estad sujetas a vuestros esposos como al Señor, 23porque el; esposo es la cabeza de la mujer, así como Cristo es la cabeza de la iglesia y Salvador del cuerpo. 24Así, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus esposos en todo. 25Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella 26para santificarla y limpiarla en el lavado del agua, por la Palabra 27para presentarla para Sí, una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante; antes, que sea santa e inmaculada. 28De ese modo el esposo deber amar a su esposa como a su mismo cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. 29Porque nadie odió jamás a su propia carne, antes la nutre y la cuida, como también Cristo a la iglesia. 30Porque somos miembros de Su cuerpo, de Su carne y de Sus huesos. 31Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos vendrán a ser una sola carne. 32Este misterio es grande. Pero yo digo esto acerca de Cristo y de la iglesia. 33No obstante, cada uno de vosotros, ame también a su esposa como a sí mismo. Y la mujer, respete a su esposo."

Este pasaje suena ofensivo a muchas personas. Hasta nuestros días, muchas mujeres se sienten irritadas por lo que este texto dice; y muchos hombres utilizan mal este pasaje porque chocan con el segundo versículo y quieren ver a sus esposas como subordinadas ante ellos, mientras que ellos procuran reinar y dominar sin restricción alguna, sin que les importen y sin tomar en consideración las consecuencias.

1. LA IGLESIA

El pasaje de Efesios 5:22-33 tiene dos dimensiones distintas. Por una parte, se habla del esposo y de la esposa; y por la otra, se habla de Cristo y de la iglesia. El tema de la iglesia atraviesa toda la epístola a los cristianos que vivían en Éfeso. Entonces no es cuestión de admirarnos demasiado si el apóstol Pablo retoma su tema al ir concluyendo su epístola. Él hace un llamado a los miembros de la iglesia a que sean " imitadores de Dios" y a que "anden en amor" tal como anduvo Jesús (cf.: Efesios 5:1-2), señalándoles qué significa esto en situaciones concretas (Efesios 5:3-15). Él les llama a que "caminen como hijos de Luz" y a que se fijen cuidadosamente cómo caminan... sometiéndose 'unos a otros por reverencia hacia Cristo" (Efesios 5:11-21).

2. EL CÍRCULO FAMILIAR CRISTIANO

Además de esto, Pablo piensa en la familia en un sentido más amplio. Es por esto que él no solo habla del esposo y de la esposa, sino que inmediatamente después de este texto él también les habla a los padres y a los hijos, y a los esclavos y a sus amos (Efesios 6:1-9). Pablo tiene algo importante que decirle a cada uno a nombre de Dios. En todos los niveles de las relaciones debe reinar la armonía. Por esto es que Pablo les habla a cada uno, a todos los niveles. Cuando Pablo habla a las mujeres, también amonesta a los hombres, y los coloca en su lugar apropiado. Cuando él requiere de los hijos obediencia, también advierte a los padres a no sobrepasar sus linderos apropiados para con los hijos.

II. COMENTARIOS SOBRE EL TEXTO / APLICACIÓN

1. CRISTO Y LA IGLESIA

Pablo compara la relación entre el esposo y la esposa con la relación entre Cristo y la iglesia. Esta es una ilustración de cuán elevada es la estima del matrimonio en las Sagrada Escrituras.

Algunas personas colocan el matrimonio como una segunda opción, y hablan en favor de la soltería como si fuera la mejor manera de vivir. Algunas otras personas hablan del matrimonio como algo tristemente fuera de época, como si fuera algo sólo de épocas pretéritas, y como absolutamente fuera de moda. Estos prefieren la así llamada 'libertad', que les permite compartir con múltiples individuos como pareja al mismo tiempo, o con una pareja por un breve tiempo, 'libre' de compromisos y de responsabilidades. ¡Las Sagradas Escrituras no están de acuerdo con estos 'arreglos'! La relación entre el esposo y la esposa, entre un hombre y una mujer, tiene significativa correspondencia con la relación entre Cristo y la iglesia.

Veamos qué nos dice este pasaje con respecto Cristo y la iglesia:

Cristo es la cabeza de la iglesia (Efesios 5:23). La iglesia, por su parte, está sujeta a Cristo (Efesios 5:24).

El texto que hace referencia a que llegan a ser una sola carne - que es tomado directamente del texto de la narrativa de la creación- se aplica no solamente al matrimonio, sino también a la relación entre Cristo y la iglesia. (Efesios 5:31-32). Jesús procura y tiene la más cercana conexión entre Sí mismo y Sus seguidores e hijos.

Jesús se dio a sí mismo por la iglesia al morir en la cruz por ella (Efesios 5:25).2 Él salvó a sus seguidores (Efesios 5:23) y los limpió en Su sangre (Efesios 5:26-27).

Jesús nutre a la iglesia y cuida de ella (Efesios 5:29).

De esta manera Pablo traza una línea de completud desde la creación hasta la redención. Jesús creó la iglesia, la llamó a la existencia. Él redimió a sus seguidores por medio de su muerte en la cruz. Él provee para ellos, para sus necesidades, y les lleva consigo al hogar eterno para que moren junto a Él por siempre.

Esto también se aplica a cada uno de nosotros. Jesús nos llamó a la existencia. Él nos ha guiado, y ha provisto para suplir nuestras necesidades. Hay muchas cosas positivas en nuestras vidas. Pero también nuestras vidas están marcadas por el fracaso y por la culpa, por el miedo y por el quebranto, por las dificultades y por las cargas. Jesús quiere darnos perdón, paz, salvación y vida eterna. Él cuida de nosotros diariamente. Nos da significado y propósito en la vida. Él mantiene nuestra esperanza aun más allá de la muerte y de tumba. Él procura la más cercana camaradería conmigo y contigo.

2. LA PAREJA CASADA

Al comparar la estrecha relación entre dos personas casadas entre sí con Jesús y sus seguidores, las Sagradas Escrituras resaltan la gran importancia del matrimonio. El matrimonio es verdaderamente un extraordinario don de Dios desde el mismo Paraíso; era la intención de Dios de que el matrimonio fuera una experiencia paradisíaca. El matrimonio fue instituido por Dios; no es una creación humana. Se esperaría que un matrimonio tal ofreciera crecimiento, que ofreciera un perfecto ambiente de paz, de tranquilidad y de perdón cuando surgieran ofensas o agravios entre unos y otros. El matrimonio cristiano quiere ser un preludio, un avance, una muestra del futuro reino de Dios en medio nuestro.

El matrimonio no puede ser sustituido por ninguna otra forma de vida. El matrimonio no es algo añejo, pasado de moda, sino que sigue siendo altamente relevante. No es meramente una necesidad biológica; es uno de los más elevados y valiosos dones de Dios a la humanidad. Esta es la manera en que el matrimonio debe entenderse y utilizarse - como un gran don de Dios a nosotros.

a. Las esposas

“Martín Walser escribe acerca del matrimonio en su poema ‘Sala de batalla’: ‘El matrimonio es como si dos cirujanos continuamente estuvieran operándose mutuamente donde más duele’”3 Por supuesto, el matrimonio puede parecer así. Pero esto sería extremadamente trágico, y además absolutamente contrario a la intención de Dios. Como un antídoto para prevenir que los cónyuges se hagan la vida en común mutuamente difícil, o casi imposible, Pablo nos aconseja sabiamente; y si seguimos ese consejo debemos punto que garantizar la armonía y la felicidad.

Primero, le toca el turno a la esposa. "Casadas, estad sujetas a vuestros esposos, como al Señor, porque el esposo es la cabeza de la mujer..." (Efesios 5:22-23a). Ahí está lo que no queremos oír: es decir, la subordinación. En la era de la emancipación, eso suena ¡atroz! Automáticamente pensamos que este texto significa que la esposa no tiene nada que decir, que es como si fuera un felpudo, en donde el esposo limpia sus zapatos al entrar a la casa; que la esposa deber rendir su identidad ante su marido, y decirle siempre solo 'sí' a todos los deseos e ideas de su esposo. Este texto ha sido mal entendido y malinterpretado de esta manera vez tras repetida vez. Este texto ha sido tomado fuera de su contexto por los hombres para mantener a sus esposas humilladas y maltratadas y en silencio, pero estas acciones siempre han sido reprensibles.

Cualquier persona que sigue concienzudamente las historias biográficas de las parejas casadas en el Antiguo Testamento - y esto se aplica tanto más al Nuevo Testamento - no va a encontrar apoyo fehaciente a un concepto tal. En la Creación, la mujer fue colocada lado a lado con el hombre. En muchos de los relatos después de la caída, las esposas tienen una clara voz en cuanto al matrimonio, a la familia y en cuanto a la sociedad4. ¿Cómo puede existir una unión armoniosa e íntima entre dos personas si continuamente se enfatiza una relación de mando desde arriba hacia abajo, si la mujer es marginada, y si el hombre insiste en sus supuestos 'derechos'?

Podemos notar -y con gran interés- que en nuestro texto se les dice relativamente poco a las esposas. Ellas deben someterse a sus esposos como al Señor (véase el v. 22). Para esto se proveen razones, y se vuelve a repetir la idea nuevamente.

b. Los esposos

Sin embargo, desde el versículo 22 en adelante, les toca el turno a los esposos. A diferencia de 'a la esposa', a quien se le dedican tres versículos, los esposos se le dedican casi ocho versículos de amonestaciones.

¿Qué es lo que se espera de ellos?

1. Que amen como Jesús amó (Efesios 5:25-27): “Maridos, amad a vuestras mujeres [esposas], así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella.”
Jesús es el modelo a seguir e imitar tanto para el hombre como para la mujer. Como Señor del Universo, Él se humilló a Sí mismo y se subordinó al tomar la humanidad, obedeciendo a sus 'padres humanos', sirviendo a la familia humana, y a los gobiernos humanos. Jesús no insistió en reclamar sus derechos. Él, "Quien, aunque era de condición divina, no quiso aferrarse a su igualdad con Dios, sino que se despojó a sí mismo, tomó la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y al tomar la condición de hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:6-8).

La verdadera grandeza no se muestra al tomar el papel de jefe, sino más bien al saber humillarse. Esto es lo que se espera tanto de esposas como de esposos. Pablo, con toda la autoridad de su apostolado, se consideraba a sí mismo como un siervo de la iglesia, por amor a Jesucristo (véase 2 Corintios 4:5).

Pero hay mucho más. Se llama a los esposos y a las esposas a amar; y se les dice a los esposos que deben amar como ama Jesús. El amor de Jesús no tiene límites ni parangón ni paralelo. El amor de Jesús llegó al punto del sacrificio de sí mismo, al dar su vida en la cruz.

De acuerdo a este concepto bíblico, el amor de un esposo por su esposa debe ir tan lejos y ser tan profundo que él debe estar preparado para dar su vida por su esposa, de ser necesario.

No se dice nada acerca de la dominación irrestringida, ni de 'hacerse el pasha' (una persona de alto rango y alcurnia), ni de considerar a la esposa como a un a esclava mejor y con privilegios. ¿Amar como amó Jesús, cuyo amor lo llevó a dar su vida en la cruz? Ése es el reto. ¡Es de esto que se trata todo! Entonces es que el matrimonio puede ser una relación feliz y bendecida, porque la esposa respeta al esposo y el esposo ama a su esposa con una devoción perfecta. Sin embargo, él no la idolatra, porque solamente el Señor es Dios; Él solo es digno de adoración. Ni tampoco se convierte él en una marioneta que baila solo cuando ella tira de las cuerdas. Si fuera así, tampoco sería él digno del respeto de su esposa. ¡El amor verdadero también tiene columna vertebral!

¡Amar como ama Jesús! Este concepto eleva los límites de nuestra perspectiva. ¿Qué cónyuge no se ha quedado corto alguna vez, de este nivel de amor? ¿Cuántos no se han aferrado alguna vez a alguna 'posición legal', y han procurado defender sus propios puntos de vista, resultando esto en el detrimento de su cónyuge? Si queremos amar como Jesús amó, tenemos que traer a Jesús a nuestra vida personal y a nuestro matrimonio, y tenemos que vivir con Él, constantemente a su lado. Entonces recibiremos las fuerzas para amar sin egoísmo.

Y volvemos a insistir, y a preguntar: ¿Qué es lo que se espera de los esposos?

2. Los esposos deben amar a sus esposas como a sí mismos (Efesios 5:28-29, 33): "De ese modo el esposo debe amar a su esposa como a su mismo cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. 29 Porque nadie odió jamás a su propia carne, antes la nutre y la cuida... 33...Cada uno de vosotros, ame también a su esposa como a sí mismo. ..."

Pablo establece una relación entre el mandamiento y el matrimonio: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". El esposo debe amar a su esposa sin egoísmo, como ama Jesús. Como un hombre se ama a sí mismo, así debe amar a su esposa.

El apóstol Pablo nos recuerda la creación y el plan de Dios para el hombre y la mujer - esposo y esposa- cuando nos dice que el hombre ha de dejar a sus padres para establecer su propio hogar con su esposa. Ambos llegan a ser una sola carne. Y el sabio apóstol argumenta que normalmente nadie odia su propio cuerpo. Cada uno se cuida a sí mismo, se ama a sí mismo. Uno se viste, se alimenta, se mantiene limpio. Cada uno se mantiene a sí mismo de la mejor manera. Pero si el hombre y la mujer se convierten en un solo cuerpo, en una sola carne, entonces resulta natural que el hombre ame a su esposa, y viceversa. Al amar a su esposa, en última instancia, por extensión se ama a sí mismo. Y por supuesto, lo mismo ocurre con la esposa, que ama a su esposo porque es ya parte de sí misma, carne de su carne y hueso de sus huesos.

Si el hombre ama a su esposa como acabamos de ver, entonces provee para ella de cuantas maneras concebiblemente sea posible y necesario. Él provee para su mantenimiento, y no simplemente se recuesta en su cómoda, sin levantar un dedo por no hacer el esfuerzo, y sencillamente espera ser servido por ella. En cambio, él trata bien a su esposa. Él le hace la vida brillante y alegre, con pequeños detalles y obsequios no tan pequeños. Él se asegura de que en su hogar resida el gozo, y de que la risa alegre no falte. Sigue el ejemplo de Jesús, quien siempre tiene nuestro mayor bienestar en mente en todo lo que hace.

“El Pastor Modersohn ha catalogado a los matrimonios en cuatro clases o grupos. En los de la primera clase, los cónyuges viven como rivales, uno en contra del otro. Continuamente riñen y pelean entre sí. El amor se ha enfriado, y la felicidad ha sido despedazada. En los matrimonios de la segunda clase o del segundo grupo, los cónyuges viven lado a lado. Estos son matrimonios en que las interrelaciones se han congelado. Ninguno de los dos sabe que está pensando su pareja, qué les mueve, ni qué les complace. Viven como entes solitarios, a pesar de tenerse mutuamente como parejas. La tercera clase o grupo de matrimonios parece estar más cercana al ideal. Ellos viven juntos, trabajan juntos, ganan dinero juntos, tienen sus hijos juntos, etc.; pero todavía no llegan al ideal. Pertenecen a la cuarta clase todos aquellos matrimonios en los que los cónyuges viven el uno para el otro desde el siguiente punto de vista: "¡No yo, sino tú [en primer lugar]!" Esto significa: "Yo te amo. Yo te ayudo. Yo te hago feliz. Yo tomo la ruta menos prominente. Yo renuncio a mi reclamo. Yo perdono el daño. Yo olvido las ofensas."”5

3. El amor sin egoísmo tres veces (Efesios 5:25, 28, 33). A pesar de la gran importancia que tiene una sexualidad saludable en el matrimonio - y nuestro texto de ninguna manera lo niega - es natural, bueno y necesario que el esposo y la esposa lleguen a ser uno 6--y es significativo que este triple llamado al amor y a la unidad dado aquí al hombre no contiene connotaciones sexuales directas. Dios amó al mundo con su amor, y dio a Su Hijo para salvar al mundo. De este amor, Pablo dice que es sufrido y benigno, que no siente envidia, que no es jactancioso, que no se engríe, que no es rudo ni busca lo suyo, que no se irrita ni guarda rencor, que no se alegra de la injusticia sino que se alegra de la verdad. Este amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta . Este amor nunca se acaba (véase 1 Corintios 13:4-8).
En el capítulo 5 de Efesios, se insta a los hombres tres veces a este amor: "Maridos, amad a vuestras mujeres..." (v. 25), "De ese modo el esposo debe amar a su esposa..." (v. 28), "Cada uno ... ame también a su esposa..." (v. 33).

En algunos matrimonios, los cónyuges se comportan como la garrapata y la pulga en el perro. David Seamands escribe lo siguiente:

“A la garrapata no le interesa para nada la comodidad ni la incomodidad del perro. Esta simplemente le succiona sangre y más sangre y más sangre.
La tragedia con algunos matrimonios es que ambos cónyuges sacan y sacan y sacan las sustancias vitales del matrimonio. Un matrimonio tal es como dos garrapatas y ningún perro. ¡Dos recolectores de sangre y no hay nada de sangre que recolectar!

Hace muchos años vino a visitarme una pareja. Habían estado casados por quince años. Habían sido quince años de 'ping-pong' marital. Cuando él se enojaba o se ponía agresivo, ella respondía de la misma manera, y vice versa. Ambos padecían debido a las heridas emocionales y de una amargura muy real.

Ella se había casado con él porque él parecía ser un dirigente espiritual exitoso, parecía ser muy estudioso, muy determinado y ambicioso. Uno pudiera imaginarse el horror que ella sintió al descubrir que él era indeciso, falto de disciplina, haragán y muy descuidado. En su enojo y su ira, ella lo ahorcaba con sus manos, como el siervo en la parábola, y le increpaba: "¡Tú me has engañado! Me debes todo lo que yo esperaba de ti cuando me casé contigo." Durante quince años ella seguía con su cantaleta: "Págame lo que me debes."

Él se había casado con ella porque ella era muy bonita, elegante y muy meticulosa con su apariencia. Uno pudiera imaginarse el horror y la decepción que él experimentó cuando descubrió que ella hacía sus quehaceres domésticos descuidadamente, que ella no cuidaba bien su cabello, ni su ropa, ni su apariencia en general. Él pensaba que ella lo había engañado con respecto a estas cosas. "Tú me debes aquellas cosas que te hacían sobresalir mientras éramos novios." Y él la acorralaba mofándose de ella con sus palabras mordaces: "¡Págame lo que tú me debes a mí!"

Ambos habían estado esperando por quince años que el otro cambiara.”7

Nosotros necesitamos desesperadamente el verdadero amor divino que da en vez de demandar de los demás; que ofrece el potencial de crecimiento en vez de ametrallear al cónyuge con nuestras expectativas irreales, por reales que nos parezcan; que aceptemos, sin que tengamos que cambiar a nuestro cónyuge en el proceso

c. Resumen

En Efesios 5:22, se insta a la esposa a someterse a su esposo. Otra vez se le insta a someterse a su esposo en el versículo 24. Y en el versículo 33 se le insta a honrar a su esposo. Y como para las esposas, también hay tres imperativos dirigidos al esposo para que ame a su esposa.

Cuando el pasaje habla de la subordinación de las esposas, no se implicas en ningún lugar que sea porque ellas sean inferiores a sus maridos. El texto implica que la esposa es libre para aceptar la igualdad o la equidad con su esposo en el matrimonio y en la familia y -hablando metafóricamente hablando - permitirle que él presida el comité, mientras ambos tienen el mismo derecho al voto. En ningún momento dice el texto: "Que el hombre subyugue a su esposa." Parece que el versículo 33 define el significado de 'someterse', que es, a saber: respetar y honrar. Mientras más ame el esposo a su esposa como Cristo amó a la iglesia, más fácil ha de ser para la esposa respetar a su marido.

CONCLUSIÓN

Dios quiere que nuestros matrimonios sean armoniosos y felices. Esto es lo que Él nos quiere enseñar en Efesios 5. Dios no quiere poner un yugo sobre ninguno de nosotros, ni quiere agriarnos la vida. Dios quiere lo mejor para nosotros y quiere que le demos lo mejor de nosotros. Pero nos damos cuenta de que nuestras tendencias naturales son para 'tomar' y no para 'dar', son para procurar dominar en vez de para retroceder, son para ser amados en vez de ser para amar. Y, sin embargo, sabemos que no podemos llegar a ninguna parte con nuestras actitudes egoístas y negativas.

Quiera nuestro Padre celestial darnos de su amor sin egoísmo que nosotros no podemos producir ni ofrecer. Quiera Él darnos la habilidad, la capacidad de caminar en humildad y en fuerza interior que nosotros no poseemos. Quiera Él dotarnos de Su presencia renovada día por día de manera que las flores en los campos de nuestros matrimonios broten incesantemente para Su Gloria y para Su Honra.

NOTAS

1 Ludwigsburger Zeitung, 19.9.97 (Traducidas del inglés).
2 Mientras que Jesús murió para salvar a toda la humanidad, aquí el enfoque es sobre su iglesia.
3 En Heinz Schäfer, Mach ein Fenster dran! Beispiele für die Wahrheiten der Bibel (Stuttgart: Christliches Verlagshaus, 1982), 270 (Traducido del inglés).
4 Véanse, e.g., las esposas de los patriarcas, Abigail, las profetas del Antiguo Testamento, y las mujeres dignas de alabanza de Proverbios 31.
5 In Heinz Schäfer (ed.). Hört ein Gleichnis (Stuttgart: Christliches Verlagshaus, 1982), 292-293 (Traducido del inglés).
6 Cf., por ejemplo, 1Cor 7:2-5.
7 In Heinz Schäfer, In Bildern reden; Beispiele für die Wahrheiten der Bibel (Stuttgart: Christliches Verlagshaus, 1987), 179-180 (Traducido del inglés).

REFERENCIAS

Schäfer, H. (1982). Mach ein Fenster dran! Beispiele für die Wahrheiten der Bibel. Christliches Verlagshaus. Schäfer, H. (1982). Hört ein Gleichnis. Christliches Verlagshaus.
Schäfer, H. (1987). In Bildern reden: Beispiele für die Wahrheiten der Bibel. Christliches Verlagshaus. Seamands, D. (1991). Healing for damaged emotions. Victor Books.

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