La marca de sangre - Marcas de amor
La historia de la décima plaga sobre Egipto es una historia emblemática sobre culpa, gracia y liberación. El énfasis en la familia es incuestionable, ya que la muerte recaería sobre el hijo mayor, la acción simbólica de salvación es protagonizada por el padre y la marca se coloca en la entrada de la casa de la familia. Una casa marcada por la sangre del Cordero es un hogar donde la gracia es la lógica dominante en todas las acciones; la dinámica del perdón y la conciencia del sacrificio son el sustento del refugio contra la muerte y la ira que están fuera. De la misma manera, la marca de la sangre produce un comportamiento en el primogénito que, al pasar por la puerta hacia fuera, lleva a la distinción de pertenencia, gracia y propósito para el resto de su vida adulta.
Introducción
Una vez, una cadena de televisión realizó un reportaje cuyo contenido era mostrar modelos de casas, sus curiosidades e innovaciones. La casa que se estaba mostrando se destacaba por muchas cosas: realmente era muy grande y su diseño ostentaba riqueza y buen gusto. Había muchos recursos dentro de ella y buenas opciones de ocio para niños y adultos. Antes de que el programa terminara, la reportera se dirigió al hijo menor de la familia y le preguntó qué era lo que más le gustaba de la casa en la que vivía. Su respuesta fue: “la puerta”. Sorprendida, insistió: “¿Por qué la puerta?” Él respondió: “sin ella no puedo acceder a nada de lo que hay dentro de mi casa”.
Una respuesta infantil y excelente. No es casualidad que las puertas se mencionen en la Biblia en muchos contextos importantes. Comenzando con el acceso al Edén, la puerta del corazón de Caín y la entrada del arca de Noé hasta la puerta delante de la iglesia de Filadelfia, la puerta del corazón de Laodicea y las doce puertas de la Nueva Jerusalén.
En el segundo libro de la Biblia, el libro del Éxodo, encontramos uno de los eventos más importantes de la historia de la humanidad. La salida del pueblo de Dios tras siglos de esclavitud en Egipto es un episodio emblemático que presenta de manera concentrada los elementos centrales del plan de redención del hombre del cautiverio del pecado. Y es en esta historia que nos encontraremos con una puerta lo suficientemente significativa como para ser ignorada.
Contexto bíblico
Toda la Biblia, como el libro del Dios Eterno, está compuesta de historias dentro de historias. Y en el Éxodo no es diferente. Entonces, antes de centrarnos en ese relato, volvamos un poco atrás. En Génesis 1:27 leemos:
Así que Dios creó al ser humano a su imagen, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y Dios los bendijo y les dijo: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla.
La imagen de Dios se refleja a partir de una familia: hombre, mujer y el fruto de la fecundación, es decir, los hijos. Esa imagen debería, como resultado de la bendición de Dios, llenar la Tierra y someterla en alineación con la voluntad del Creador. Sin embargo, el pecado fue el acto dramático totalmente contrario a la voluntad de Dios para la humanidad y con él vino la inminencia de la extinción de la familia humana por la muerte, como consecuencia de la desobediencia.
Es en la promesa de salvación hecha por Dios donde encontramos los elementos fundamentales para entender la profundidad y la importan- cia de la narrativa del Éxodo. Dios dijo:
Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la descendencia de ella; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás el talón. A la mujer le dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores en la preñez; con dolor darás a luz los hijos. Génesis 3:15,16.
La palabra hebrea usada en Génesis para “descendencia” es zar·’āh, literalmente “semilla” (como se usa en Génesis 1:11 y 4:25). Tres certezas se establecen a partir de Génesis 3. La primera es que, aunque la pareja no murió ese día, volvería al polvo, como de hecho sucedió. La segunda es que su muerte no representaría el fin de la humanidad, ya que esta sería preservada a través de su semilla. Y, finalmente, la semilla continuaría hasta que viniera el descendiente (semilla) prometido para redimir a la humanidad de la muerte.
La gracia se manifiesta en favor de la humanidad con un énfasis innegable en la vida de los hijos de los hombres. La presencia de la semilla de cada familia es el recordatorio constante de que la promesa del Salvador sigue hacia su cumplimiento. La presencia de los hijos es la señal de la misericordia de Dios para toda la familia humana. Los hijos, por lo tanto, se convierten en una prioridad absoluta.
En los primeros versículos de Éxodo leemos:
Los hijos de Israel fueron fecundos, aumentaron mucho, se multiplica- ron y se hicieron sumamente fuertes, de modo que la tierra se llenó de ellos. Éxodo 1:7
Si nos detenemos a reflexionar un poco, es suficiente para percibir la conexión entre este versículo, que contextualiza la historia del Éxodo, y la creación y propósito de la humanidad en Génesis. En Génesis está el mandato y en Éxodo está la constatación de la acción: “sean fecundos,” fueron fecundos; “multiplíquense,” se multiplicaron; “llenen la tierra,” la tierra se llenó de ellos. El cumplimiento de la promesa se ve amenazado por la presencia de un enemigo que se levanta precisamente contra la semilla. En el primer capítulo, el rey de Egipto se propone matar a todos los niños varones del pueblo de Dios para impedir que se cumpla su propósito, es decir, los hijos son la concreción de la certeza del plan de Dios en marcha y también son el primer objetivo del ataque del enemigo. El temor del Señor presente en el corazón de las parteras es la primera acción salvífica de Dios hacia los hijos de su pueblo, y más adelante, la experiencia de la Pascua profundizará la identidad en la gracia que inaugura la jornada de los hijos de Israel y la de nuestros hijos.
La décima plaga, la Pascua y la consagración de los primogénitos
El anuncio de la décima plaga le dio un carácter especial. A diferencia de las primeras, la última también caería sobre el pueblo de Israel. De manera singular, Dios anunció una forma de salvación de la muerte que caería sobre todas las familias en Egipto a la medianoche.
“Israel matará [al cordero] al atardecer. Tomarán un poco de la sangre y la pondrán en los dos postes laterales y en el dintel de la puerta, en las casas en las que lo coman. [...] La sangre será una señal para indicar las casas en las que ustedes se encuentren. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga destructora, cuando yo hiera la tierra de Egipto. Este día les será un memorial, y lo celebrarán como fiesta al Señor; de generación en generación celebrarán este día como estatuto perpetuo.” (Éxodo 12:6,7; 13,14).
No se trata ahora de la liberación de la furia destructora del enemigo que se levantó contra la Simiente prometida. Lo que vemos en la déci- ma plaga es el camino que Dios dio para que las familias fueran salvas de la deuda que tenían con él. En lo que respecta a la vida, no hay nin- guna diferencia entre las familias del pueblo de Dios y las familias del resto del mundo. No hay distinción porque todos han pecado y carecen de la gloria de Dios (Romanos 3:23).
Lo que se despliega, una vez más, ante nosotros es también la importancia que el pueblo de Dios debe dar a su descendencia. La promesa de salvación, tal como en Génesis, se caracteriza especialmente en la vida de los hijos. Dios salva de la extinción concediendo la descendencia y, a lo largo del camino, actúa para preservar a “los hijos y los hijos de los hijos”. Adán y Eva entendieron, al escuchar el anuncio de Jesús de que la Simiente nacida de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15) y que ella, en dolor, daría a luz a hijos (16), que los hijos, por lo tanto, son una prioridad absoluta porque son la concreción de la gracia de Dios para la humanidad.
Aplicación
La sangre en el umbral de la puerta marcó el lugar donde la muerte no entró. Es importante pensar que el ángel vengador pasó por encima de los hogares donde el cordero murió, pero por esa misma puerta la familia debía pasar. ¿Cuál era el impacto de detenerse frente a la puerta y mirar la marca en su marco? Es saber que el fundamento de esa casa no se reduce a la solidez que sus constructores se preocuparon en encontrar bajo la superficie, sino a la gracia salvadora encontrada en el Señor.
Podemos perder horas, días, años o tal vez toda una vida tratando de sustentar nuestra vida en algún otro fundamento. Algunos serán ciertamente muy importantes; sin embargo, cuando se trata del acceso a la comunión, la alegría y la paz, la puerta es la gracia perdonadora que está en la superficie del pensamiento de padres e hijos que saben que por la misericordia de Dios están vivos y, por lo tanto, se convierten en canales de esa misericordia. Cuando los hijos sueñen con el futuro, ya sea profesional o matrimonial, deben saber que el acceso al mañana solo se encuentra al ver la sangre en los umbrales de la casa.
Vivimos en una sociedad crónicamente enferma y somos afectados por ella, inevitablemente. Sus marcas son la competitividad, el individualismo y la independencia. En este escenario, la misericordia se esfuerza por encontrar un lugar donde no es aceptada; sin embargo, la misma sociedad tiene que enfrentarse al hecho de que no es posible encontrar a alguien que no tenga fallas o un ambiente donde las personas no se lastimen.
La Biblia nos llama insistentemente a reflexionar sobre la centralidad de la sangre del Cordero en la vida de las familias de la tierra. Pablo rogó que presentáramos nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios, sin dejar de destacar que todo esto solo es posible por sus misericordias. En la oración del Señor, el perdón al prójimo es concedido por él.
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