Feminismo
"El segundo sexo" de Simone de Beauvoir es una obra fundamental en la literatura feminista. Sigue un resumen de algunos de los temas y conceptos clave que aborda el libro:
- La construcción social del género: Beauvoir argumenta que "no se nace mujer, se llega a serlo", destacando cómo la sociedad construye el género.
- La opresión de las mujeres: Examina cómo las mujeres han sido históricamente oprimidas y relegadas a una posición secundaria en la sociedad.
- El mito de la feminidad: Desmonta los mitos y estereotipos sobre lo que significa ser mujer.
- La mujer como "el Otro": Analiza cómo las mujeres son vistas como "el Otro" en relación con los hombres, que son considerados el estándar.
- La sexualidad femenina: Explora la sexualidad desde la perspectiva de las mujeres, desafiando las normas y tabúes existentes.
- La maternidad: Discute las expectativas y realidades de la maternidad y cómo afecta la identidad de las mujeres.
- La independencia económica: Subraya la importancia de la independencia económica para la liberación de las mujeres.
- La educación y la formación: Examina cómo la educación y la formación de las mujeres están diseñadas para mantenerlas en roles subordinados.
- El matrimonio y la familia: Critica las estructuras tradicionales del matrimonio y la familia que perpetúan la desigualdad de género.
- La mujer en el trabajo: Analiza las barreras que enfrentan las mujeres en el ámbito laboral y la discriminación que sufren.
- La mujer y la creatividad: Explora las dificultades que enfrentan las mujeres para expresarse creativamente en un mundo dominado por hombres.
- La mujer y la política: Discute la participación de las mujeres en la política y la importancia de su representación.
- La mujer y la religión: Examina el papel de la religión en la opresión de las mujeres.
- La mujer y la literatura: Analiza cómo las mujeres han sido representadas en la literatura y cómo han contribuido a ella.
- La mujer y la filosofía: Reflexiona sobre la falta de mujeres en la filosofía y su impacto en el pensamiento filosófico.
- La mujer y la ciencia: Discute la exclusión de las mujeres de la ciencia y sus contribuciones a este campo.
- La mujer y el arte: Examina las barreras que enfrentan las mujeres en el mundo del arte.
- La mujer y el cuerpo: Analiza cómo el cuerpo de la mujer ha sido objeto de control y explotación.
- La mujer y la libertad: Subraya la importancia de la libertad personal y la autonomía para las mujeres.
- El futuro del feminismo: Reflexiona sobre el futuro del movimiento feminista y los desafíos que aún enfrentan las mujeres.
Simone de Beauvoir parece reaccionar a las perspectivas de ciertos filósofos a los cuales cita al inicio de su libro:
“Existe un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer”. - PITÁGORAS.
“Todo cuanto sobre las mujeres han escrito los hombres debe tenerse por sospechoso, puesto que son juez y parte a la vez”. - POULAIN DE LA BARRE.
Ella propone un patriarcado histórico y un victimismo. En su libro ‘El segundo sexo’ (Ver https://perio.unlp.edu.ar/catedras/wp-content/uploads/sites/152/2020/08/7-De-Beauvoir-Simone-El-segundo-sexo.pdf) (Una suerte de Biblia para el activismo de género) algunos aspectos a resaltar pueden ser:
"Si quiero definirme, estoy obligada antes de nada a declarar: ‘Soy mujer’". (Así comienza su ataque al lenguaje, que generaliza en el término hombres, tanto a varones como a mujeres) (pág. 3)
“Un hombre está en su derecho de serlo, es la mujer la que está en la sinrazón” (pág. 4) (Denigrando la objetividad de la mujer, asumiendo que piensa de tal manera porque es mujer y no porque es verdad).
Las mujeres “carecen de un pasado, de una historia” (pág. 6) (este será el argumento para deconstruir la historia para demostrar que viven errantes, atadas y desterradas por quienes detentan el poder y voluntariamente han decidido desconocerlas o reducirlas a una simple comedia).
“La necesidad biológica… no ha liberado socialmente a la mujer” (pág. 6)
“La relación entre el amo y el esclavo (así como el hombre y la mujer) siempre actúa en favor del opresor frente al oprimido… los dos sexos jamás han compartido el mundo en pie de igualdad” (pág. 6) (De este modo no solo se polariza está relación, sino que se la coloca en pie de lucha y confrontación).
Los hombres “disfrutan situaciones más ventajosas… están revestidos de un prestigio… y en el pasado toda la Historia la han hecho los varones… un mundo que pertenece a los hombres”. (pág. 7).
“Por doquier, en todo tiempo, el varón ha ostentado la satisfacción que le producía sentirse rey de la Creación. “Bendito sea Dios nuestro Señor y Señor de todos los mundos, por no haberme hecho mujer” dicen los judíos en sus oraciones matinales mientras sus esposas murmuran con resignación: “Bendito sea el Señor que me ha creado según su voluntad”. Entre los beneficios que Platón agradecía a los dioses, el primero era que le hubiesen creado libre y no esclavo, y el segundo, hombre y no mujer”. (pág. 7).
“Siendo hombres quienes han hecho y compilado las leyes, han favorecido su sexo, y los jurisconsultos han convertido las leyes en principios” - POULAIN DE LA BARRE. (pág. 7).
“Legisladores, sacerdotes, filósofos, escritores y eruditos, todos ellos se han empeñado en demostrar que la condición subordinada de la mujer era voluntad del Cielo y provechosa para la tierra” (pág. 7).
“Las religiones inventadas por los hombres reflejan esa voluntad de dominación… han puesto la filosofía y la teología a su servicio, como se ha visto por las frases de Aristóteles y de Santo Tomás que hemos citado. Desde la Antigüedad, satíricos y moralistas se han complacido en trazar el cuadro de las flaquezas femeninas”. (pág. 8).
«Es más fácil acusar a un sexo que excusar al otro», dice Montaigne. (pág. 8).
“’La igualdad en la diferencia’ Esta segregación supuestamente igualitaria no ha servido más que para introducir las discriminaciones más extremadas” (pág. 8).
“La mala fe consiste en darle un valor sustancial cuando tiene el sentido dinámico hegeliano: ser es haber devenido, es haber sido hecho tal y como uno se manifiesta; sí, las mujeres, en conjunto, son hoy inferiores a los hombres, es decir, que su situación les ofrece menos posibilidades: el problema consiste en saber si semejante estado de cosas debe perpetuarse”. (pág. 9)
“El más mediocre de los varones, se considera un semidios ante las mujeres” (pág. 9).
Mide las oportunidades de la mujer “no en términos de felicidad, sino de libertad”. (pág. 12)
En el caso del macho, “a este le está permitido entonces afirmarse en su autonomía; la energía específica la integra él en su propia existencia; la individualidad de la hembra, por el contrario, es combatida por el interés de la especie; aparece como poseída por potencias extrañas: enajenada”. (pág. 13).
Delante de ‘la tiranía de la especie’; para un macho ‘él es su cuerpo’ (13) mientras que “Desde la pubertad hasta la menopausia, la mujer es sede de una historia que se desarrolla en ella y que no la concierne personalmente”. (pág. 14).
“Los anglosajones llaman a la menstruación the curse, es decir ‘la maldición’… es decir, “la mujer esboza sin respiro el proceso de la gestación”. (pág. 14)
“Cada mes, un niño se dispone a nacer y aborta en el derrumbamiento de los rojos encajes; la mujer, como el hombre, es su cuerpo (2): pero su cuerpo es algo distinto a ella misma”. (pág. 15).
“Contrariamente a una optimista teoría cuya utilidad social resulta demasiado evidente, la gestación es una labor fatigosa que no ofrece a la mujer un beneficio individual y le exige, por el contrario, pesados sacrificios… que manifiestan la rebelión del organismo contra la especie que de él se posesiona”. (pág. 15). Y agrega al pie de la página: “Me sitúo aquí en un punto de vista exclusivamente fisiológico. Es evidente que, Psicológicamente, la maternidad puede ser para la mujer sumamente provechosa, como también puede ser un desastre”.
“El mismo parto es doloroso y peligroso. Es en esa crisis cuando se ve con la máxima evidencia que el cuerpo no siempre satisface a la especie y al individuo al mismo tiempo; sucede a veces que el niño muere, y también que, al venir al mundo, mate a su madre o que su nacimiento provoque en ella una enfermedad crónica. La lactancia es también una servidumbre agotadora”. (pág. 16).
“Se dice de buen grado que las mujeres «tienen enfermedades en el vientre»; y es cierto que encierran en su interior un elemento hostil: la especie que las roe”. (pág. 16)
“Se ha dicho, a veces, que las mujeres de cierta edad constituían un «tercer sexo», y, en efecto, no son machos, pero ya no son hembras tampoco; y frecuentemente esta autonomía fisiológica se traduce en una salud, un equilibrio y un vigor que no poseían antes”. (pág. 16).
“De todas las hembras mamíferas, ella es la más profundamente alienada y la que más violentamente rechaza esta alienación; en ninguna de ellas es más imperiosa ni más difícilmente aceptada la esclavización del organismo a la función reproductora: crisis de pubertad y de menopausia, «maldición» mensual, largo y a menudo difícil embarazo, parto doloroso y en ocasiones peligroso, enfermedades, accidentes, son características de la hembra humana: diríase que su destino se hace tanto más penoso cuanto más se rebela ella contra el mismo al afirmarse como individuo”. (pág. 17).
“Si se la compara con el macho, este aparece como un ser infinitamente privilegiado: su existencia genital no contraría su vida personal, que se desarrolla de manera continua, sin crisis, y, generalmente, sin accidentes. Por término medio, las mujeres viven más tiempo, pero están enfermas con mucha mayor frecuencia y hay numerosos períodos durante los cuales no disponen de sí mismas.
Estos datos biológicos son de suma importancia: representan, en la historia de la mujer, un papel de primer orden; son elemento esencial de su situación: en todas nuestras descripciones ulteriores tendremos que referirnos a ellos. Porque, siendo el cuerpo el instrumento de nuestro asidero en el mundo, este se presenta de manera muy distinta según que sea asido de un modo u otro. Por esa razón los hemos estudiado tan extensamente; constituyen una de las claves que permiten comprender a la mujer. Pero lo que rechazamos es la idea de que constituyan para ella un destino petrificado. No bastan para definir una jerarquía de los sexos; no explican por qué la mujer es lo Otro; no la condenan a conservar eternamente ese papel subordinado” (pág. 17) (Aunque se hace un análisis de la cuestión biológica de la vida de la mujer; solamente se ven los sacrificios y no los privilegios que una correlación hombre-mujer le brinda como: Protección, No participación de la guerra, la no participación en trabajos forzados o de alto riesgo. Parece una visión sesgada que plantea que el hombre no pasa ningún descalabro en la manutención de la especie. Como un rey que ve con indiferencia el sufrimiento de los suyos).
“Hacia la edad de cinco años, la niña descubre la diferencia anatómica de los sexos y reacciona ante la ausencia de pene con un complejo de castración: se imagina que ha sido mutilada y sufre por ello; debe entonces renunciar a sus pretensiones viriles, se identifica con la madre y trata de seducir al padre”. (¿Fuente? (pág. 18)
“El complejo de Electra es menos nítido que el de Edipo”. (pág. 18)
“Ella puede sentir la tentación de reaccionar ante el complejo de castración, rechazando su feminidad, obstinándose en codiciar un pene e identificándose con el padre; esa actitud la llevará a permanecer en el estadio clitoridiano, a volverse frígida o a orientarse hacia la homosexualidad”. (pág. 18)
“Muchísimas niñas no descubren sino tardíamente la constitución masculina; y, si la descubren, lo hacen exclusivamente por medio de la vista; el niño tiene de su pene una experiencia viva, que le permite sentirse orgulloso, pero ese orgullo no tiene un correlativo inmediato en la humillación de sus hermanas, porque estas no conocen el órgano masculino más que en su exterioridad: esa excrecencia, ese frágil tallo de carne, puede no inspirarles sino indiferencia y hasta disgusto; la codicia de la niña, cuando aparece, resulta de una valoración previa de la virilidad: Freud la da por supuesta, cuando sería preciso explicarla”. (pág. 19)
“Si se admite que el «complejo de Electra» no tiene sino un carácter afectivo muy difuso, se plantea entonces toda la cuestión de la afectividad, cuestión que el freudismo no nos proporciona medios para definirla, ya que se la distingue de la sexualidad”. (pág. 19) (Al parecer sus cuestionamientos sobre cuestiones biológicas y psicológicas carecen de profundidad y se percibe cierta superficialidad al cuestionar teorías de las cuales ella tiene poco conocimiento). (Concluye brevemente sus argumentos. (Juzga precipitada y prematuramente todas las ciencias posibles: filosofía, teología, biología, psicología, etc.) Esto podría ser debido a que pretende llevar al lector a una conclusión preconcebida, en un camino cuyos pasos ya ha anticipado; es decir, este es el camino, no porque así lo muestren los argumentos, los cuales si no suman o no se adecúan al plan propuesto no solo deben ser desconsiderados, sino extinguidos porque así yo los he ordenado y definido)
“En lo que a la mujer concierne, su complejo de inferioridad adopta la forma de un rechazo vergonzoso de su feminidad: no es la ausencia de pene lo que provoca ese complejo, sino todo el conjunto de la situación; la niña no envidia el falo más que como símbolo de los privilegios concedidos a los muchachos; el lugar que ocupa el padre en el seno de la familia, la universal preponderancia de los varones, la educación, todo la confirma en la idea de la superioridad masculina. Más adelante, en el curso de las relaciones sexuales, la postura misma del coito, que sitúa a la mujer debajo del hombre, representa una nueva humillación. Reacciona por medio de una «protesta viril»; o bien trata de masculinizarse, o bien, con armas femeninas, entabla la lucha contra el hombre (Histeria. Es decir va contra todos, porque va en busca del objeto fálico). A través de la maternidad, puede reencontrar en el hijo un equivalente del pene. Pero ello supone que empiece por aceptarse íntegramente como mujer, que asuma, por tanto, su inferioridad. La mujer está dividida contra sí misma mucho más profundamente que el hombre”. (pág. 19).
“Su drama se refiere al conflicto entre sus tendencias ‘viriloides’ y ‘femeninas’”. (pág. 20).
“La integridad no fascina al hombre porque simbolice la virginidad femenina, pero es su amor por la integridad lo que hace preciosa a sus ojos la virginidad”. (pág. 20)
TIPOS Y PATRONES
“Si el método psicoanalítico es con frecuencia fecundo, pese a los errores de la teoría, se debe a que en toda historia singular hay datos cuya generalidad nadie piensa negar: las situaciones y las conductas se repiten; el momento de la decisión brota en el seno de la generalidad y la repetición. «La anatomía es el destino», decía Freud; a esta frase le hace eco la de Merleau-Ponty: «El cuerpo es la generalidad.» La existencia es una a través de la separación de los existentes: se manifiesta en organismos análogos; así, pues, habrá constantes en la vinculación de lo ontológico y lo sexual. En una época determinada, las técnicas y la estructura económica y social de una colectividad descubren a todos sus miembros un mundo idéntico: habrá también una relación constante de la sexualidad con las formas sociales; individuos análogos, situados en condiciones análogas, extraerán del dato significados análogos; esta analogía no funda una rigurosa universalidad, pero permite hallar tipos generales en las historias individuales”. (pág. 20)
“El símbolo no se nos aparece como una alegoría elaborada por un misterioso inconsciente: es la aprehensión de un significado a través de un análogo del objeto significante; en virtud de la identidad de la situación existencial a través de todos los existentes y de la identidad de lo artificioso que han de afrontar, las significaciones se desvelan de la misma manera a muchos individuos; el simbolismo no cae del cielo ni surge de profundidades subterráneas: ha sido elaborado, como el lenguaje, por la realidad humana”. (pág. 21)
“Esta perspectiva nos permite, por ejemplo, comprender el valor generalmente otorgado al pene… el pene es considerado por el sujeto como sí mismo y distinto de sí mismo, simultáneamente; la trascendencia específica se encarna en él de manera aprehensible, y es fuente de orgullo; puesto que el falo está separado, el hombre puede integrar en su individualidad la vida que le desborda. Se concibe entonces que la longitud del pene, la potencia del chorro urinario, de la erección, de la eyaculación, se conviertan para él en la medida de su propio valor” (pág. 21).
El orgullo para Freud se trata de tener o no tener. En el caso del objeto fálico, el hombre tiene, pero la mujer no. Esto deriva en que para la mujer tener un bebé se convierte en el objeto fálico.
“«complejo de castración». Privada de ese alter ego, la niña no se aliena en una cosa aprehensible, no se recupera: de ese modo, es llevada a convertirse enteramente en objeto, a plantearse como lo Otro; la cuestión de saber si se compara o no con los chicos resulta secundaria; lo importante es que, incluso sin saberlo, la ausencia de pene la impide hacerse presente a sí misma en tanto que sexo; de ello resultarán muchas consecuencias. Pero esas constantes que señalamos no definen, sin embargo, un destino: el falo adquiere tanto valor porque simboliza una soberanía que se realiza en otros dominios”. (pág. 21)
“Hemos visto que, biológicamente, los dos rasgos esenciales que caracterizan a la mujer son los siguientes: su aprehensión del mundo es menos amplia que la del hombre; está más estrechamente esclavizada a la especie”. (pág. 22)
“Desde los más antiguos documentos de la Historia, el hombre siempre se nos presenta armado. En los tiempos en que se trataba de blandir pesadas clavas, la debilidad física de la mujer constituía una flagrante inferioridad: basta que el instrumento exija una fuerza ligeramente superior a la de la que ella dispone para que aparezca radicalmente impotente”. (pág. 22)
“Mas puede suceder, por el contrario, que la técnica anule la diferencia muscular que separa al hombre de la mujer: la abundancia no crea superioridad más que ante la perspectiva de una necesidad; no es preferible tener demasiado a tener suficiente. Así, el manejo de un gran número de máquinas modernas no exige más que una parte de los recursos viriles: si el mínimo necesario no es superior a la capacidad de la mujer, esta se iguala en el trabajo con el hombre. En realidad, hoy pueden desencadenarse inmensos despliegues de energía simplemente oprimiendo un botón”. (pág. 22).
“En cuanto a las servidumbres de la maternidad, según las costumbres, adquieren una importancia sumamente variable: son abrumadoras si se impone a la mujer numerosos partos y si tiene que alimentar a sus hijos sin ayuda; si procrea libremente, si la sociedad acude en su ayuda durante el embarazo y se ocupa del niño, las cargas maternales son ligeras y pueden compensarse fácilmente en el dominio del trabajo”. (pág. 22)
“En ‘El origen de la familia’, Engels rastrea la historia de la mujer de acuerdo con esta perspectiva: dicha historia dependería esencialmente de las de las técnicas”. (pág. 22)
“Con el descubrimiento del cobre, del estaño, del bronce, del hierro, y con la aparición del arado, la agricultura extiende su dominio: para desmontar los bosques, para hacer fructificar los campos, es necesario un trabajo intensivo. Entonces el hombre recurre al servicio de otros hombres a los cuales reduce a esclavitud. Aparece la propiedad privada: dueño de los esclavos y de la tierra, el hombre se convierte también en propietario de la mujer. Es «la gran derrota histórica del sexo femenino»”. (pág. 23).
«La misma causa que había asegurado a la mujer (las tareas domésticas entrañaban una labor productiva) su anterior autoridad en la casa (su empleo exclusivo en las labores domésticas), aseguraba ahora la preponderancia del hombre: el trabajo doméstico de la mujer desaparecía desde entonces junto al trabajo productivo del hombre; el segundo lo era todo, y el primero un accesorio insignificante.» El derecho paterno sustituye entonces al derecho materno: la transmisión del dominio se efectúa de padre a hijo, y ya no de la mujer a su clan. Es la aparición de la familia patriarcal fundada en la propiedad privada”. (pág. 23).
“En semejante familia, la mujer está oprimida. El hombre reina como soberano y, entre otros, se permite caprichos sexuales: se acuesta con esclavas o con hetairas, es polígamo. Tan pronto como las costumbres hacen posible la reciprocidad, la mujer se venga por la infidelidad: el matrimonio se completa naturalmente con el adulterio. Es la única defensa de la mujer contra la, esclavitud doméstica en que se la mantiene: la opresión social que sufre es consecuencia de su opresión económica. La igualdad solo puede restablecerse cuando ambos sexos gocen de derechos jurídicamente iguales; pero esta liberación exige la vuelta de todo el sexo femenino a la industria pública. «La emancipación de la mujer no es posible sino cuando esta puede tomar parte en vasta escala en la producción social, y el trabajo doméstico no la ocupe sino un tiempo insignificante. Y esta condición sólo ha podido realizarse en la gran industria moderna, que no solamente admite el trabajo de la mujer en gran escala, sino que hasta lo exige formalmente...”. (p. 23)
«La mujer y el proletario son dos oprimidos.» (pág. 24)
“El problema de la mujer se reduce al de su capacidad de trabajo. Poderosa en los tiempos en que las técnicas estaban adaptadas a sus posibilidades, destronada cuando se mostró incapaz de explotarlas, la mujer encuentra de nuevo en el mundo moderno su igualdad con el hombre. Son las resistencias del viejo paternalismo capitalista las que impiden en la mayoría de los países que esa igualdad se cumpla concretamente: se cumplirá el día en que esas resistencias sean destruidas. Ya se ha cumplido en la URSS, afirma la propaganda soviética. Y cuando la sociedad socialista sea una realidad en el mundo entero, ya no habrá hombres y mujeres, sino solamente trabajadores iguales entre sí”. (pág. 24)
“El pivote de toda la historia es el paso del régimen comunitario a la propiedad privada, y no se nos indica en absoluto cómo ha podido efectuarse. Engels confiesa incluso que «hasta el presente nada sabemos de ello» (1); no solo ignora el detalle histórico de la cuestión, sino que no sugiere ninguna interpretación. Del mismo modo, tampoco está claro que la propiedad privada haya comportado fatalmente la servidumbre de la mujer”. (pág. 24).
“Resulta imposible deducir de la propiedad privada la opresión de la mujer”. (pág. 25)
“Ella no abriga ningún deseo de revolución, no sabría suprimirse en tanto que sexo; únicamente pide que sean abolidas ciertas consecuencias de la especificación sexual. Lo que aún resulta más grave es que, sin mala fe, no se podría considerar a la mujer únicamente como trabajadora; tan importante como su capacidad productiva es su función reproductora, tanto en la economía social como en la vida individual; hay épocas en que es más útil hacer niños que manejar el arado”. (pág. 25).
“No se podría obligar directamente a la mujer a dar a luz: todo cuanto se puede hacer es encerrarla en situaciones donde la maternidad sea para ella la única salida; la ley o las costumbres le imponen el matrimonio, se prohíben los procedimientos anticonceptivos y el aborto, se prohíbe el divorcio. Es imposible considerar a la mujer exclusivamente como una fuerza productiva: para el hombre es una compañera sexual, una reproductora, un objeto erótico, una Otra a través de la cual se busca a sí mismo”. (pág. 26).
“La relación sexual que une la mujer al hombre no es la misma que la que él mantiene con respecto a ella; el lazo que la une al niño es irreducible a cualquier otro. La mujer no ha sido creada por el solo instrumento de bronce: la máquina no basta para abolirla. Reivindicar para ella todos los derechos, todas las oportunidades del ser humano en general, no significa que haya que cerrar los ojos ante lo singular de su situación”. (pág. 26)
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