Qué puede hacer usted por sus padres

 

“Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da”. (Éxodo 20:12).

INTRODUCCIÓN

Un anciano se mudó al hogar de su hijo y de su nuera. Él ya no podía cuidarse solo y necesitaba ayuda. Sus manos le temblaban mucho, su visión era muy limitada, y sus pasos ya no eran seguros. Cada vez que el padre y la madre se sentaban a la mesa a comer, con su hijito de cuatro años, se les unía a la mesa el abuelo. Sus manos temblorosas le hacían muy difícil el no derramar las habichuelas (los frijoles, los fríjoles, los porotos, las arvejas) sobre la mesa.

Con frecuencia se le derramaba la leche y se le caían al piso los cubiertos. Hasta la manera en que él masticaba sus alimentos resultaba desagradable.

Un día el hijo del anciano le dijo a su esposa: “¡Yo estoy cansado del reguero que hace mi padre cada vez que nos sentamos a comer! Me irrita hasta la manera en que él mastica sus alimentos.”
Así que decidió poner una mesita en un pequeño cuarto junto a la cocina. Además, le dio a su padre una escudilla de madera, ya que a éste se le habían roto varias piezas de la vajilla. Allí se sentó el anciano a comer solo. Ocasionalmente la familia lo miraba, y veía lágrimas en sus ojos mientras se sentaba solo y en silencio.
La única conversación que él escuchaba de su hijo y de su nuera eran comentarios enojados cuando se le derramaban sus alimentos o cuando se le caía el tenedor. Y mientras todo esto transcurría, el niño de cuatro años observaba en silencio.
Un día, justo antes de sentarse a comer, el padre notó que su hijito estaba sentado en una esquina apartada, trabajando en algo. El padre se le acercó al niño y vio que éste estaba tallando un trozo de madera. “¿Qué estás haciendo?” –le preguntó al niño. El niño le contestó quedamente: “Estoy haciendo una escudilla de madera para que tú y mamá coman en ella cuando yo sea grande”.

El padre quedó anonadado al escuchar las palabras de su hijo, y rápidamente salió del cuarto, arrasados sus ojos en lágrimas. Esa noche, el padre tomó al abuelo tiernamente de la mano y lo llevó de vuelta a la mesa de la familia. Desde esa noche en adelante, el anciano tomó cada una de sus comidas con el resto de la familia. Nunca más, ni el padre ni la madre, regañaron ni castigaron al anciano porque se le cayera la comida ni porque se le rompiera alguna pieza de la vajilla.

I. LA RESPUESTA DE DIOS

El título de este sermón es “¿Qué puede hacer usted por sus padres?”
Dios responde a esta pregunta con un versículo de la Biblia que se encuentra en la enunciación de los Diez Mandamientos. Éxodo 20:12 se halla en la segunda parte de la Ley moral.
Los primeros cuatro mandamientos nos dicen cómo amar a Dios. Los últimos seis mandamientos nos dicen cómo amar a otras personas.
El primero de los mandamientos sobre cómo amar a los demás se encuentra en el versículo 12: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Éxodo 20:12).

Antes que cualquier otra responsabilidad hacia los otros seres humanos, el más elevado llamado es a que los hijos honren a sus padres. Según la Biblia, los padres son los representantes de Dios ante sus familias. Así que cuando los hijos honran a sus padres, están honrando al Señor. El respetar a los padres demuestra nuestra obediencia a una autoridad legítima establecida por Dios mismo.

En la cultura hebrea, el honrar a los padres era un asunto de vida o muerte (véase Éxodo 21:15,17). La ley mosaica determinaba que si un hijo trataba de herir a sus padres o si aún sólo los maldecía, él se exponía a ser apedreado hasta que muriera. El rebelarse contra los padres no era asunto de poca monta. El apóstol Pablo también enfatiza la importancia de este mandamiento en Efesios 6:1-3 donde nos recuerda que éste es el primer mandamiento con promesa. Los hijos que honraban a sus padres generalmente disfrutaban de una vida larga y feliz.

Podemos aún ver la importancia de este mandamiento (o de esta ley) entre varias tribus de personas que no reconocen todos los Diez Mandamientos de Dios. Entre algunas tribus aborígenes de la zona del Río Negro, en el Amazonas, un sector de Brasil, se consideran pecaminosas solamente dos acciones: faltarle el respeto a los padres y robar. De hecho, la violación de cualesquiera de estas dos podría conllevar un castigo de muerte.

El sabio rey Salomón enseñó firmemente la importancia del quinto mandamiento, y dio muchos consejos en cuanto a cómo los hijos deben honrar a sus padres.
Nótense algunos de sus famosos dichos del libro de Proverbios:

• “El hijo sabio recibe el consejo del padre; el burlador no escucha la reprensión” (Proverbios 13:1).
• “El hijo sabio alegra al padre; el hijo necio es tristeza de su madre” (Proverbios 10:1).
• “El que despoja a su padre y ahuyenta a su madre, causa vergüenza y deshonra” (Proverbios 19:26).
• “El que guarda la ley es prudente, pero el compañero de glotones avergüenza a su padre” (Proverbios 28:7).
• “El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad, es compañero del destructor” (Proverbios 28:24).
Así que ¿qué podemos hacer por nuestros padres?

Dios nos ha dado ya la respuesta. Se encuentra en la Biblia. “Honra a tu padre y a tu madre.”
Una manera en que los hijos pueden hacer esto es recordando cuánto sus padres han dado por ellos, y luego, haciendo todo lo que está a su alcance para dar a sus padres lo que ellos ahora necesitan.

II. LA RESPUESTA DE LOS NIÑOS

¿Qué pueden hacer los hijos por los padres?
Esta es una pregunta en cuya respuesta deben pensar todos los hijos. El gobierno del estado de Minas Gerais, en Brasil, en una ocasión, proveyó un concierto gratis para los retirados.
Uno de los músicos, un cantante de música “country” o vaquera o del oeste de los EE. UU., entonó una canción titulada: “La capa de cuero”. Su tema trata sobre cómo los hijos pueden, algunas veces, sin intención de hacerlo, habiendo pasado el tiempo, faltarle el respeto a sus padres, ya entrados en edad.
La letra de la canción comienza diciendo:
“Hay una antigua historia, que aún sucede en estos días. Es acerca de un padre que cuida a diez hijos, pero que diez hijos nunca cuidan de un padre”. La canción continúa hablando de un viejo vaquero que se muda a vivir con su hijo. Él ya se estaba poniendo viejo y débil, y necesitaba ayuda. Pero la esposa del hijo, la nuera del anciano, intimaba a su esposo a que sacara de su casa al anciano padre, o ella se iría de la casa y dejaría a su esposo. Así, con el corazón adolorido, el hijo fue a hablar con su anciano padre. “Padre mío, he venido a pedirte que te mudes hoy de mi casa. Pero te dejo esta capa de cuero para que te cubras dondequiera que sea que vayas a dormir.” El viejo toma la capa de cuero y se va. Mientras él se aleja caminando, el nieto de ocho años corre hacia el abuelo y lo hala por su abrigo. El niño está llorando, y no quiere que su abuelo se vaya. El viejo se emociona cuando el nieto le pide un pedacito de cuero para acordarse del abuelo.
El anciano se quita la capa, la corta en dos pedazos, y le da una mitad al niño. Al regresar el niño a la casa, el padre le pregunta por qué él quería un pedazo de la capa de cuero de su abuelo. El niño le responde a su padre:
- “Algún día, cuando tú estés viejo y yo esté casado, necesitaré decirte que te vayas de mi casa. Posiblemente entonces te dé esta capa de cuero”.

¿Cómo debemos tratar a nuestros padres?
Todos los hijos, jóvenes o adultos, tienen que lidiar con esta pregunta. La Biblia nos dice que cuando honramos a nuestros padres, se nos prometen las bendiciones de una larga vida. La palabra ‘honrar’ significa mostrar respeto y consideración, estimar, distinguir y/o reconocer los méritos.

Alguien mencionó que la promesa citada de una larga vida tiene dos vertientes. No solamente se le promete una larga vida a los hijos, sino que también los padres que son honrados por los hijos, tendrán una mejor calidad de vida, lo que les ayudará a vivir más tiempo.

Cada uno de nosotros debe pensar cuidadosamente sobre cómo tratar a nuestros padres. Dios nos está pidiendo que reflexionemos sobre cómo actuamos con respecto a nuestros padres. Posiblemente tengamos que perdonar a nuestros padres por algunos errores que hayan cometido. De la misma manera en que los necesitábamos cuando éramos pequeños, así nos necesitan ellos cuando envejecen y se vuelven endebles.
Ellos necesitaron mucha paciencia con nosotros cuando éramos pequeños y cuando jóvenes. Nosotros tenemos que tener paciencia con ellos cuando ellos se tornen ancianos.

ILUSTRACIÓN

Un padre anciano se sentó con su hijo adulto en frente de su casa. Era un día soleado muy hermoso. El hijo leía el periódico mientras que el anciano padre miraba en torno suyo. El anciano ya no podía ver tan bien, y estaba tratando de distinguir un movimiento entre los arbustos. Finalmente, le preguntó al hijo: “¿Qué es eso?” El hijo hizo una pausa, miró hacia los arbustos, y afirmó calmadamente: “Es solo un pájaro.” Nuevamente tomó su periódico y continuó leyendo. Un momento después, el anciano vio algo moverse cerca de la casa. Nuevamente le preguntó a su hijo: “¿Qué es eso?” El hijo, algo molesto, volvió a quitar la vista de su periódico, miró y volvió a decir: “Es el mismo pájaro. Solo está buscando comida”. Con esta, suspiró audiblemente, volvió a tomar el periódico, y continuó leyendo. Una vez más, el anciano procuraba enfocar sus ojos oscurecidos, y trataba de ver lo que estaba detrás de un árbol a sus espaldas. Por tercera vez, le hace la pregunta a su hijo: “¿Qué es eso?” Pero esta vez, el hijo está verdaderamente enojado. Lanzó el periódico al suelo y le gritó a su padre: “¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Es un pá-ja-ro”.

De pronto, el padre se levanta y se encamina hacia la casa. El hijo le pregunta: “¿Para dónde vas? El anciano simplemente despide la pregunta con un gesto de su mano, pero regresa en un momento con un diario abierto en su mano. Se lo da a su hijo y le dice: “Lee esta anotación.”

El hijo, avergonzado de su conducta, toma el diario y lee lo que el padre había escrito muchos años atrás. Decía el diario: “Hoy, mi hijo cumple tres años. Lo llevé al parque, donde nos sentamos juntos disfrutando de los paisajes. Un pájaro se acercó a donde estábamos y se posó en la hierba. Mi hijo me preguntó 21 veces corridas qué era aquello. Yo, felizmente, le respondí 21 veces que era un pájaro”. El hijo, terminando de leer, comienza a llorar. Pone a un lado el diario de su padre, y le echa los brazos al anciano padre, abrazándolo, mientras se excusa repetidamente por no haberle mostrado su respeto o haberlo honrado.

CONCLUSIÓN

¿Piensa que hay ocasiones en las que es apropiado que le pidamos perdón a nuestros padres por como los hemos tratado. Puede ser que ellos se olviden de las cosas hermosas que les hayamos dicho, pero nunca olvidarán las diversas maneras en que los tratamos.
No importa qué clase de relación tenga usted con sus padres, una parte de usted sentirá su falta cuando ya no estén.
La vida, en sus mejores momentos, no se trata de recibir, sino de dar. Jesús enseñó que somos más bendecidos cuando damos a otros que cuando recibimos para nosotros mismos. De modo que, cuando se trata de nuestros padres, ¿somos ‘los que tomamos’ o somos ‘los que damos’?

Algunas de las personas que escuchan este sermón aún tienen la oportunidad de honrar a sus padres. Algunos, ya no tienen esa oportunidad. Y pregunto a aquellos que todavía pueden mostrarle amor y respeto a su padre o a su madre:
¿Está usted dispuesto a hacer un compromiso firme y serio de guardar el quinto mandamiento? ¿Escogerá usted expresar su aprecio por todas las cosas buenas que su papá y su mamá han hecho por usted?

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