Padre: El sacerdote del hogar

 Texto base: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio […]” (Génesis 18:19). 




INTRODUCCIÓN

La doctrina del santuario es la diferencia que tenemos como Iglesia Adventista del Séptimo Día, y esa doctrina debe ser cuidadosamente examinada por nosotros, pues es el fundamento de nuestra fe y esperanza. Aplicar sus principios en cada fase de nuestra vida también debe ser nuestro objetivo. Entre los muchos temas que presenta el santuario, encontramos preciosas lecciones sobre la relación que Dios hace del papel del sacerdote en el santuario con el papel del jefe de familia, esposo y padre. Dios usa el matrimonio para representar la relación de Cristo con la iglesia, y esto es exactamente lo que el marido debe ser, un salvador para su familia. Muchos padres y esposos perdieron esto de vista y no buscaron las características de Cristo en el cuidado, amor y sacrificio por la esposa e hijos. Pero, así como no podemos ofrecer lo que no tenemos, el sacerdote del hogar no podrá interceder por su familia antes de prepararse para esa mediación.

I. EL SACERDOTE DEL HOGAR

En el santuario, en Israel, Aarón ofrecía diariamente una ofrenda por sí y por sus hijos. Como representante del pueblo delante de Dios, como su intercesor, él necesitaba cerciorarse diariamente de que nada le impidiera a él y a sus hijos estar aceptables delante de Dios. Allí él comprendía su incapacidad de salvarse a sí mismo, su incapacidad de cambiarse a sí mismo y la necesidad de Cristo y la actuación del Espíritu Santo diariamente en su vida. vida.
“Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a Dios deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establezcan. Si alguna vez hubo un tiempo cuando todo hogar debería ser una casa de oración, es ahora. Los padres y las madres deberían elevar sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y alabanza. Jesús se complace en morar en un hogar tal” (PP, 460).

Cuando un padre inicia su día buscando a Dios, se está preparando para cuidar de su familia. Después de su encuentro personal con Dios, estará más sensible a entender las necesidades espirituales de su esposa e hijos. Al interceder por ellos, su corazón estará más cerca de ellos. Podrá alcanzar su corazón y mantendrá una relación más íntima con ellos. Además de orar por la familia como sacerdote del hogar, el Padre debe instruirla en los caminos de Dios.

En Génesis 18:19, leemos que Dios eligió a Abraham porque vio en él la disposición para ordenar a sus hijos y a su casa después de él, para que guardasen el camino del Señor y para que practicaran rectitud y justicia. “Vio que instruiría a sus hijos y a su casa en los principios de la ley de Dios. El poder de la enseñanza de Abrahán se debió a la influencia de su vida. Formaban su casa más de mil personas, muchas de las cuales eran jefes de familia y no pocas recién convertidas del paganismo. Semejante casa necesitaba que una mano firme manejara el timón. Los métodos débiles y vacilantes no servían. Dios dijo a Abrahán: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí”. Sin embargo, ejercía su autoridad con tal sabiduría y ternura que cautivaba los corazones” (Ed, 187).

Dios desea hoy levantar un Abraham en cada hogar. Para muchos podrá ser un desafío o sacrificio preparar y liderar los cultos familiares, buscar a sus hijos para participar de esos momentos tan importantes del día en el hogar e interceder por el perdón de sus pecados. Pero, el esposo y padre se debe interesar de tal manera por la espiritualidad de los suyos que exija de él la acción. Los padres necesitan asegurarse de que son la mayor influencia en la vida de los hijos desde pequeños. Sin embargo, esa influencia no es algo que logramos forzándolos a estar a nuestro lado; es algo que debe ser conquistado. Vean qué consejo interesante:
“Que los padres dediquen las noches a sus familias. Dejen con el trabajo sus preocupaciones y perplejidades. […] Procuremos que las noches sean tan dichosas como sea posible. Hagamos del hogar un sitio donde moren la alegría, la cortesía y el amor. De este modo se transformará en un lugar atractivo para los niños” (CS, 99).

II. EL LEGISLADOR DE LA FAMILIA

Los Diez Mandamientos son la ley de Dios. En su ley están descritos su carácter y su voluntad para nuestra vida, para que podamos vivir una vida plena de felicidad. Así como Dios expresa su carácter en su ley, el padre en el hogar debe expresar los principios de la ley de Dios en sus actitudes. Sus hijos mirarán como un ejemplo. Su esposa buscará en él fuerza para permanecer firme en los caminos de Dios.
“En su familia, el padre representa al Legislador divino. Colabora con Dios cumpliendo los misericordiosos designios de él, afirmando a sus hijos en los principios justos, y habilitándolos para desarrollar un carácter puro y virtuoso, porque se anticipó a ocupar el alma con lo que habilitará a sus hijos para rendir obediencia no sólo a su padre terrenal sino también al celestial” (HC, 189).

Muchos padres hoy no entienden la importancia de su influencia y viven lejos de la familia y ajenos a las necesidades espirituales de la misma. Cuando los padres dejan de ser una influencia espiritual, pierden también la autoridad en otras áreas de la vida familiar. Los padres deben tener en mente que su influencia sobre los hijos será sentida en las generaciones futuras. Así como se veía en las generaciones de las familias bíblicas, la diligencia de un padre en servir a Dios producía hijos fieles y en consecuencia generaciones cada vez más fuertes espiritualmente. Por otro lado, la negligencia de un padre acarreaba, consecuencias negativas para sus hijos, nietos y varias generaciones. 

"Todos los miembros de la familia tienen al padre por centro. Él es el legislador, y en su propio porte varonil, ilustra las virtudes más severas, la energía, la integridad, la honestidad, la paciencia, el valor, la diligencia y la utilidad práctica. En cierto sentido, el sacerdote de la casa, que presenta ante el altar de Dios el sacrificio matutino y vespertino. Se debiera alentar a la esposa y a los hijos a que se unan en esta ofrenda, y también a participar en las canciones de alabanza. En la mañana y en la tarde, como sacerdote de la familia, el padre debiera confesar a Dios los pecados cometidos por él mismo y por sus hijos durante el día. Los pecados que ha llegado a conocer, y también los que son secretos, de los que sólo Dios tiene conocimiento, debieran ser confesados. Este hábito, celosamente practicado por el padre cuando está presente, o por la madre cuando él está ausente, resultará en bendiciones para la familia” (2TI, 617).

Un ejemplo bíblico triste de un padre que descuidó sus deberes como sacerdote y legislador en la educación de sus hijos fue el sacerdote Elí. Por dejar de asumir esas funciones en su hogar, sus hijos murieron, el sacerdocio desapareció de su familia, y hasta el pueblo de Israel sufrió serias consecuencias (1 Samuel 4).

III. EL PROVEEDOR

Como parte de sus responsabilidades, el padre también es el proveedor del alimento físico para su familia, pero él no es el proveedor por sus propios méritos, depende de Dios para proveer el sustento, así como el pueblo de Israel esperaba que Dios enviara el maná para su sustento. Muchas veces, el padre puede preocuparse solo por la provisión del alimento físico, y con el deseo de proveer lo mejor, puede distanciarse de la familia y dejar de desempeñar su función de legislador y sacerdote. La provisión del sustento de la familia solo se realizará de manera equilibrada cuando el padre no descuide sus otras funciones y entienda que Dios es quien da el sustento, así como sucedía con Israel. “Salid con fe humilde, y el Señor irá con vosotros. Pero velad en oración. Tal es la ciencia de vuestra labor. El poder es de Dios. Trabajad dependiendo de él, recordando que sois colaboradores suyos. Él es vuestro ayudador. Vuestra fuerza proviene de él. El será vuestra sabiduría, vuestra justicia, vuestra santificación, vuestra redención. Llevad el yugo de Cristo, aprendiendo diariamente de él su mansedumbre y humildad. El será vuestro consuelo, vuestro Descanso” (OE, 39).

CONCLUSIÓN

¡Qué gran obra fue confiada a los padres! Ellos deben trabajar teniendo en mente la cosecha futura. En muchas situaciones podrán sentir desánimo y hasta derramar lágrimas, pues puede ser que no todo ocurra como desean, pero en esos momentos cuán valiosa es la oración. Los resultados tardíos no deben desanimarlos ni impedirles la siembra. 

“[Los padres] Deben hacerlo a orillas de todas las aguas, aprovechando toda oportunidad de perfeccionarse y de beneficiar a sus hijos. Una siembra tal no se hará en vano. Al tiempo de la siega muchos padres fieles volverán con regocijo trayendo sus gavillas” (HC, 483).

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