Madre: El amor que el mundo necesita
I. INTRODUCCIÓN
Hace más de 20 años, el proyecto Basta de Silencio ha buscado traducir, a partir de una cosmovisión bíblica, el dolor de miles de personas en palabras. Eso se hace necesario para que mujeres, niños, ancianos y grupos vulnerables puedan ser escuchados, acogidos, amados, pero por sobre todo, respetados. A lo largo de estas más de dos décadas, los temas discutidos fueron muchos, pero el propósito siempre fue el mismo: mostrar que es posible romper el ciclo de violencia.
En este año, ante un tema que ha recibido visibilidad y generado preocupación por parte de las autoridades y, sobre todo, de las embarazadas, el proyecto trae a discusión la violencia en la maternidad. En todo el mundo, las mujeres han enfrentado situaciones que se hacen conocidas como violencia obstétrica, compuesta por prácticas que van contra el deseo de las madres y que a veces resulta en daños no solo físicos, sino también emocionales.
Dios tiene un cuidado especial para con las mujeres, lo cual usted descubrirá en el sermón. Por eso, la Iglesia Adventista valora aún más su papel en la sociedad y en la vida de cada persona, ya sea como amiga, esposa, profesional y, especialmente, como madre. Proteja a las mujeres que ama y demuestre su amor por ellas y por lo que representan.
DESARROLLO
Para las personas de todas las culturas, la figura materna representa el símbolo más completo de cariño, seguridad y satisfacción de nuestras necesidades primordiales. Desde pequeños, recibimos de ellas lo esencial para nuestro desarrollo y su influencia se extiende a todas las etapas de nuestra vida; ya que, aun siendo adultos, solemos recurrir a nuestras madres para recibir un abrazo reconfortante, un consejo sabio o volver a disfrutar de una deliciosa comida con sabor a casa. Cuando ya no contamos con su presencia, debido a alguna desventura, hemos sido marcados por su ausencia; porque la figura de mamá siempre será importante en nuestras vidas.
Un día encontré en las redes sociales este texto anecdó- tico, que bien puede representar las vivencias cotidianas que tenemos en casa. Hijos en el hogar:
Mama, ¿has visto mis zapatos?
Mamá, tengo hambre...
Mamá, ¿me ayudas con mi tarea?
Mamá, ¿juegas conmigo?
Mamá, ¿me peinas?
Mamá, ¿cómo me veo?
Papá... ¿has visto a mamá?
Sin duda, una de las facetas más conmovedoras de la experiencia humana es la maternidad. En nuestra condición humana llegamos al mundo a través de una madre y a lo largo de la vida interactuamos con nuestras hermanas, primas, hijas, amigas o compañeras, en su condición de madres, siendo testigos de una de las formas más sublimes del amor: el cuidado materno.
Para una mujer, la maternidad es una experiencia profunda y significativa, que muchas veces es vivida con suma alegría y como el cumplimiento de un sueño anhelado; otras veces trae consigo mucha expectativa e incertidumbre; sin embargo, esta experiencia también puede conllevar sentimientos de soledad, incomprensión y maltrato.
Por ello, es importante que podamos reflexionar sobre ¿cómo considera Dios a las madres, cuáles son las necesidades que tiene una mujer al asumir el rol materno, y lo más importante: ¿cuál es nuestro rol como familia, iglesia y comunidad alrededor de las madres que están en nuestro entorno?
II. LA ESTIMA DE DIOS POR LAS MADRES
¿Cuánto estima nuestro Señor a las madres? ¿Tienen ellas un lugar especial ante los ojos de Dios? Vamos a recordar una de las historias más bellas, en la que encontramos a mucha gente, madres, sus hijos y a Jesús.
En Marcos 10:13 al 16 vemos que cuando Jesús anduvo en esta Tierra predicando y sanando, muchas personas se acer- caban a él para escucharlo y para ser sanados. Dentro de ese grupo también estuvieron las madres. Ellas llevaban a sus pequeños para que Jesús pusiera sus manos sobre ellos y los bendijera. A muchas personas, incluyendo a los discípulos, este grupo de mujeres y sus inquietos niños les resultaba moles- to, de modo que los reprendían y alejaban de Jesús, tratando de que él tuviera más espacio y tiempo para el resto de la multitud. Sin embargo, el Salvador, que conocía el corazón de cada una de ellas y las oraciones silenciosas que salían de sus labios temerosos, se detuvo para tener un momento especial con ese grupo de mujeres y sus pequeños. Él se dirigió a las madres, hablándoles con empatía, bondad y misericordia, haciéndoles sentir alivio de sus cargas y reconociendo la noble e importante labor que realizaban con sus pequeños.
Ellas pudieron reconocer a través de sus gestos, que Jesús estaba dispuesto a hacer por ellas lo que sus fuerzas no podían, que estaba atento a sus necesidades y quería suplirlas; que él da alivio y esperanza a cada madre que se siente agobiada y cansada. Y queridos amigos, ¡esto es aleccionador para las madres de todos los tiempos! Todas pueden acercarse a los pies del Señor; él las conoce por su nombre y sabe de sus desafíos, todas pueden recibir de su gracia, aliento y toque restaurador. Cada una puede guiar también a sus hijos a estar en la presencia de Dios y ser bendecidos por él; ya que, aún un pequeño bebé puede encontrarse bajo la sombra de Dios, por la fe de una mamá que ora (HC, 249).
Como podemos notar, las madres son muy valiosas y especiales para Dios, y vamos a ver el porqué. En primer lugar, porque es una hija de Dios, y como tal, su estima sobrepasa a la de las piedras preciosas. En segundo lugar, porque la tarea que se ha encomendado en sus manos no puede ser reemplazada por ninguna otra persona, y su deber es sagrado y santo, incluso más de lo que pueden ser las responsabilidades laborales que tienen sus esposos. Recordemos que “después de Dios, el poder de la madre en favor del bien es el más fuerte que se conozca en la tierra” (HC, 215).
La misión que recibe una madre es grande y noble. Ella tiene en sus manos oportunidades infinitamente valiosas para beneficiar al mundo con su influencia y ejemplo, al formar el carácter de sus hijos, conforme a las enseñanzas divinas, ya que el vínculo que la une a sus hijos es el más fuerte y tierno sobre la tierra. Elena White señala que, si al finalizar el día, cada madre pudiera ver su labor diaria como Dios la ve, comprendería que ella “contribuyó a desarrollar mentes y caracteres y trabajó no sólo para este tiempo, sino para la eternidad” (HC, 208). Estas oportunidades y responsabilidades implican:
Formar el carácter de sus hijos en disciplina, respetando a Dios y adquiriendo hábitos saludables.
Enseñarles a relacionarse con Dios y a desarrollar su fe, moldeándolos para ser discípulos de Jesús.
Ser la misionera de su hogar, es ejemplo con su vida y su carácter.
Enseñarles el dominio propio, la honestidad y la abnegación, diferenciando lo correcto de lo malo, ella forma “guerreros que se ciñan toda la armadura y peleen virilmente las batallas del Señor” (HC, 212).
Su influencia nunca termina y determina la vida eterna de sus hijos.
Modelar las emociones y formar los pensamientos y creencias de sus hijos.
¡Cuán valiosa y abarcante es la obra de una madre! Y ella la realiza paciente y silenciosamente, sintiendo que muchas veces su fuerza física y emocional se agotan. Sin embargo, recordemos que cada madre puede refugiarse en el amor más grande que existe, el amor divino, pues Dios nos recuerda: ¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! (Isaías 49:15).
III. LOS DESAFÍOS DE LA MADRE
Aunque el consejo bíblico señala la importancia de la preparación y el establecimiento de un hogar antes de la llegada de los hijos, las mujeres pueden llegar a la maternidad en diversas condiciones, y muchas veces en situaciones críticas, que no fueron provocadas por ellas. Sin embargo, para todas, la maternidad trae consigo desafíos que son importantes tomarlos en cuenta, ya que esto puede ayudarnos a ser más empáticos y considerados. Con la maternidad llegan también:
Cambios hormonales que conllevan variaciones importan- tes en el funcionamiento de diversos órganos del cuerpo y también de las emociones, por lo que los cambios de humor suelen ser frecuentes.
Cambios progresivos de la apariencia física, a medida que crece el bebé. Esto requiere un ajuste constante de la imagen de su cuerpo, lo que genera expectativa e inquietud.
Cambios sociales y culturales. La sociedad y los grupos tienen conceptos sobre el rol de una madre, que a veces son estereotipos y prejuicios que pueden dañar su bienestar. Por otra parte, una ventaja es que este cambio sociocultural incluye también algunas normas de atención preferencial en los establecimientos privados y públicos.
Cambios espirituales. Los cambios físicos, psicológicos y sociales pueden generar temor y ansiedad, además de la preocupación por el bienestar completo del bebé y por cómo será el alumbramiento, especialmente en las que serán madres por primera vez. En este contexto, las necesidades espirituales también pueden incrementarse, provocando la necesidad de permanecer más tiempo en la presencia de Dios y de fortalecer su ánimo en las promesas bíblicas.
Estos cambios pueden generar vulnerabilidad en una mujer que va adaptándose a su rol materno. En este contexto, algunos riesgos pueden surgir alrededor de ella, tales como:
Maltrato. Las madres y las gestantes son las víctimas más habituales de la violencia filio parental y de pareja, evidenciado en maltrato físico y psicológico, así como el abuso al sobrecargar sus tareas familiares, tanto por parte de sus parejas, como de sus hijos mayores.
Problemas de salud. Una madre que se siente abrumada por las tareas hogareñas, el cuidado de pequeños, y la in- comprensión de las personas de su entorno, puede ver afectada su salud integral. En relación a las madres gestantes, cerca de 830 mujeres, en todo el mundo, fallecen por causas que se pudieron prevenir durante el embarazo y el parto, siendo las adolescentes las más afectadas (Organización Panamericana de la Salud).
Abandono de su rol. Muchas madres se ven forzadas a dejar su principal labor materna, debido a las necesidades económicas que la apremian, las que se incrementan cuando ella debe criar sola a sus hijos; por lo que deben salir del hogar a desarrollar diversas actividades laborales. Esto implica perjuicios tanto para ella, al asumir más responsabilidades de las que ya conlleva la maternidad, como para los hijos, especialmente si se encuentran en la infancia, niñez y adolescencia.
Menosprecio. Muchas madres son blanco de críticas y comentarios descorteses, debido a su permanencia en casa o por dedicar su valioso tiempo y vigor al cuidado de sus hijos y a la atención de su hogar. Estas actitudes y acciones que provienen de sus amigos, familiares o hermanos de la iglesia pueden herir su susceptibilidad, haciendo que se sientan no respetadas y desanimadas.
Lo descrito nos invita a tomar decisiones y modificar nuestras actitudes hacia las madres que están en nuestro entorno. ¿Qué podemos hacer por ellas? ¿Cómo podemos contribuir a su bienestar?
IV. LO QUE PODEMOS HACER POR LAS MADRES
En la Biblia, encontramos hermosos pasajes que nos orientan a cuidar de las mujeres y de manera especial de las madres. Por ejemplo, 1 Timoteo 5:2 nos invita a tratar “a las ancianas como a madres, y a las jóvenes como a hermanas, con toda pureza” y en Proverbios 31:31 dice “entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente”.
Todos nosotros, en nuestros roles como esposos, hijos, familiares, amigos o hermanos de iglesia podemos ser de ben- dición para las madres que tenemos cerca. Nuestras acciones pueden aliviar las tareas que ellas tienen, así como nuestras palabras y gestos pueden ser de aliento para la que esté triste o desanimada. Podemos dedicar tiempo a escucharlas y comprender sus sentimientos y preocupaciones, siendo para ellas de soporte y apoyo en sus momentos de ansiedad y temor. Así que todos podemos mostrar:
Empatía. Cada mujer experimenta la maternidad de distintas maneras. Tener la disposición voluntaria para con- tenerlas y aceptarlas puede fortalecerlas, haciendo que se sientan acompañadas y que alguien se interesa sinceramente por ellas.
Apoyo en las tareas y rutinas del hogar. Los hijos (socios menores del hogar), el esposo y demás integrantes de la familia pueden cooperar, aliviando la fatiga que experimenta la madre.
Respeto. Evitar hacer comentarios desagradables sobre el rol materno, e impedir que otros lo hagan.
Atención. Dentro del hogar, de la iglesia y de la comunidad se pueden desarrollar actividades y espacios para el esparcimiento y recreación social y física de las madres. Esto puede ser reconfortante y renovador para sus emociones y bienestar.
Ayuda para suplir sus necesidades. La llegada de un bebé y la crianza pueden demandar recursos económicos para la compra de alimentos, vestimenta, medicamentos y otros. La familia, los amigos, las iglesias y la comunidad pueden organizarse para poder atender a las madres y familias carentes (Mateo 25:40).
Ver
http://revistaadventista.editorialaces.com/2018/09/26/mas-que-paredes/
LLAMADO
La sierva de Dios señala que un día, cuando el Señor regrese, revelará cuánto debe el mundo a las madres que formaron hombres y mujeres que defendieron la verdad, que permanecieron fieles antes las pruebas y tentaciones; y que antes que sus propias vidas defendieron los santos intereses de la verdad y de la gloria de Dios (HC, 217).
A LAS MADRES
El esfuerzo y la dedicación de cada madre da frutos indelebles en la vida de sus hijos y glorifica a Dios. Como madre, puedes ver reflejada tu experiencia y anhelo en esta galería de madres de la Biblia:
Jocabed: una madre que, al ser esclava, luchaba por cumplir con sus tareas y proteger a sus hijos en un contexto tremendamente desafiante. Ella salvó a su pequeño de la muerte inminente decretada por el Faraón y logró formar en los primeros años de su vida, al futuro libertador de su pueblo (Moisés).
Ana: una mujer con serios conflictos familiares y que además era estéril. Hizo un pacto con Dios de que, si le con- cedía la dicha de ser madre, dedicaría a su hijo para el servicio en la casa de Jehová; así formó en sus primeros pasos a un gran líder y profeta de Israel (Samuel).
Elisabet: la esposa de un sacerdote y líder, dedicada a acompañarlo en el servicio religioso de su nación. Ella a una avanzada edad concibió y crió a un gran predicador y precursor del Salvador (Juan el Bautista).
Noemí, una mujer viuda, que adoptó a Rut como a una hija, después de que su esposo e hijos murieron. Ella testificó de su fe haciendo que su nuera aceptara a Dios en su corazón y se uniera a su pueblo, y de cuyo linaje nacería el Salvador (Rut).
María, una mujer muy joven, quien a su corta edad com- prendió su misión y la aceptó valientemente, en medio de una sociedad que la observaba perpleja. Ella se abnegó y aceptó dar a luz y criar al hijo de Dios y Salvador del mun- do (Jesús).
Por todo ello, la sierva del Señor expresa que “la Majestad del cielo inscribirá el nombre de aquella madre fiel en el libro de fama inmortal” (HC, 212).
Apreciada mamá, ¿deseas consagrarte hoy ante el Señor y aceptar el llamado a ser una madre conforme al diseño y corazón de Dios? ¿Deseas seguir el ejemplo de aquellas madres de Israel, que fueron mujeres valientes, de oración, y que en medio de sus desafíos buscaron al Señor, como su maestro y su fortaleza?
A LA IGLESIA
Apreciado padre, esposo, hijo, familiar, amigo, hermano, hoy puedes tomar la decisión de ser agente de bendición para tu propia madre, para tu esposa o para alguna otra madre que esté dentro de tu ámbito de influencia. ¿Aceptas el desafío de brindarle tu ayuda, mostrarle empatía y respetarla? ¿En este momento, puedes acercarte a una de ellas y brindarle un abrazo cristiano?
Que el Señor nos bendiga por estas decisiones y su Espíritu nos capacite para cumplirlas, amándonos unos a otros, como el Señor nos ama (Juan 13:34).
REFERENCIAS
Organización Panamericana de la Salud. (2022, 07 septiembre). Salud Materna. https://www.paho.org/es/temas/salud-materna
White G., E. (2007). El hogar cristiano. Asociación Casa Editora Sudamericana. Argentina. https://m.egwwritings.org/es/book/177.2
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