La belleza del hogar

 Texto Base: “Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor.” (Ezequiel 16:14).

INTRODUCCIÓN 

Dios ama la belleza. En realidad, es casi imposible pensar en algo que Dios creó sin pensar en la belleza. Vemos belleza en la creación, hasta después de haber sido estropeada por el pecado. Todas las estructuras que Dios ordenó que fueran formadas, como el santuario (y después el templo), fueron construidas con belleza y bien decoradas. 
Cuando leemos sobre el Cielo y la Tierra Nueva, también vemos que la belleza es parte esencial. Dios ama estar rodeado de cosas hermosas, y todo ambiente donde Dios habita debe ser bello, inclusive nuestros hogares. 

Como fuimos estudiando en los Miércoles de poder de este año, nuestro hogar es un lugar donde Dios debe habitar. Por lo tanto, como mayordomos de Dios, también necesitamos tener en mente los aspectos físicos de nuestro hogar. 
“A Dios le agrada lo bello. Revistió de hermosura la tierra y los cielos, y con gozo paternal se complace en ver a sus hijos deleitarse en las cosas que hizo. Quiere que rodeemos nuestro hogar con la belleza de las cosas naturales” (HC, 133). 

I. ELEMENTOS QUE EMBELLECEN EL HOGAR 

1. Belleza física y bueno gusto.
Cuando Dios es parte de la preparación de los hogares de sus hijos y de su propio hogar (el santuario), desea que se tenga en cuenta la belleza. Sobre el hogar de Adán y Eva, el Edén, leemos: 
“Dios ama lo hermoso. Nos ha dado inequívoca evidencia de ello en la obra de sus manos. Plantó para nuestros primeros padres un bello huerto en Edén. Hizo crecer del suelo frondosos árboles de toda descripción, para que fuesen útiles y ornamentales. Formó las hermosas flores, de rara delicadeza, de todo matiz y color, que esparcían perfume por el aire” (HC, 22). 

En la construcción del templo de Salomón (1 Reyes 6), también vemos que el factor belleza estaba presente en toda la elección de los materiales, la disposición y su decoración. Sobre la construcción del templo leemos: 
“De una belleza insuperable y esplendor sin rival era el palacio que Salomón y quienes le ayudaban erigieron para Dios y su culto. Adornado de piedras preciosas, rodeado por atrios espaciosos y recintos magníficos, forrado de cedro esculpido y de oro bruñido, el templo, con sus cortinas bordadas y muebles preciosos, era un emblema adecuado de la iglesia viva de Dios en la tierra, que a través de los siglos ha estado formándose de acuerdo con el modelo divino, con materiales comparados al “oro, plata, piedras preciosas,” “labradas a manera de las de un palacio” (PR, 26). 

Los metales preciosos y tejidos costosos que se usaron en la construcción del templo no son accesibles para nosotros hoy, pero podemos embellecer nuestros hogares usando el buen gusto, la combinación de colores y especialmente las bellezas que encontramos en la naturaleza, que elevan nuestros pensamientos a Dios. 
“Casi todos los que viven en el campo, por muy pobres que sean, pueden tener alrededor de sus casas algo de césped, algunos árboles que den sombra, algunos arbustos lozanos y flores olorosas. Esto contribuirá a la felicidad del hogar mucho más que cualquier adorno artificial. Introducirá en la vida del hogar una influencia suavizadora y purificadora, que fortalecerá el amor a la naturaleza y atraerá a los miembros de la familia más cerca unos de otros y más cerca de Dios” (HC, 134). 

Mantener un jardín en el frente de la casa o algunas macetas en el balcón no cuesta mucho y ayuda a la familia a mantenerse cerca de la creación de Dios. Cuando contemplamos los atributos de Dios en la naturaleza nos mantenemos en mayor comunión con él. La naturaleza es para nosotros un recuerdo vivo del amor de Dios y la revelación de su carácter. Debemos contemplarla diariamente y extraer de ella lecciones espirituales, y así Dios se hará más real para nosotros. 

2. La simplicidad y practicidad. 
Lo que es bello y natural a los ojos de Dios también es considerado precioso para él. En la visión del mundo, las cosas preciosas son las que cuestan mucho dinero, pero para Dios tienen un significado diferente. Necesitamos saber valorar las cosas verdaderamente “preciosas” para nuestra familia. Tal vez algunas fotografías de nuestros seres queridos y pequeñas artesanías creadas por nuestros hijos ayudarán a embellecer nuestro hogar y serán un recuerdo constante de que ellos son especiales y valorados. Esas decoraciones especiales son mucho más valiosas que gastar cantidades exageradas de dinero para comprar piezas decorativas caras y sin significado, solo para exhibición. 

Otro riesgo que corremos al pensar en la decoración del hogar es preocuparnos tanto con eso que terminará siendo una maldición, no una bendición, y Dios nos aconseja a no caer en ese extremo. Si mis elecciones para mantener mi hogar bello y agradable exigen que gaste tiempo y dinero que me harán descuidar las necesidades de mi familia, algo no está correcto. 

“Demasiadas congojas y cargas se introducen en nuestras familias, y se alberga muy poca sencillez natural, paz y felicidad. Debiera haber menos interés por lo que diga el mundo exterior y prestarse más atención reflexiva a los miembros del círculo familiar. Debiera haber menos ostentación y afectación de urbanidad mundana entre los miembros de la familia, y mucho más amor, ternura, alegría y cortesía cristiana” (HC, 93). 

“Nuestros hábitos artificiales nos privan de muchas bendiciones y de muchos goces, y nos inhabilitan para llevar la vida más útil. Los muebles complicados y costosos son un despilfarro no sólo de dinero, sino de algo mil veces más precioso. Imponen una carga de cuidados, labores y perplejidades. [...] Amueblad vuestra casa sencillamente, con cosas que resistan el uso, que puedan limpiarse sin mucho trabajo y renovarse sin gran costo. Ejercitando vuestro gusto, podéis hacer atractivo un hogar sencillo si en él reinan el amor y el contentamiento” (MC, 284, 285). 

3. Bondad y alegría. 
En el texto bíblico de hoy (Ezequiel 16:14), el profeta se refiere a la fama que recibió Jerusalén por su belleza, y la razón de su belleza era la presencia de la gloria de Dios. Si leemos los siguientes versículos, vemos que en el momento que Jerusalén rechazó a Dios, la gloria de Dios también se retiró de Jerusalén. En Éxodo 33:18, 19, Moisés pidió a Dios que le mostrar su gloria, y Dios le respondió que haría pasar delante de él su “bondad”. La gloria de Dios es su bondad. 

Si queremos que en nuestro hogar esté presente la gloria de Dios (así como estaba en Jerusalén), necesitamos desear que Dios se vea en nuestros actos de bondad en la familia. Sobre toda belleza física que tengamos en nuestro hogar, deben reinar la bondad y la alegría que podemos transmitir en la interacción de la familia, en actos y palabras. 
“Pero sea la casa humilde o elegante, sean sus accesorios costosos o baratos, no habrá felicidad entre sus paredes a menos que el espíritu de los habitantes armonice con la voluntad divina. El contentamiento debe reinar en la familia” (HC, 138). 

“En el hogar, no uséis palabras ásperas e hirientes. Deberíais invitar al Huésped celestial a acudir a vuestro hogar, y al mismo tiempo hacer lo posible para que él y los ángeles celestiales moren con vosotros. Deberíais recibir la justicia de Cristo, la santificación del Espíritu de Dios, la belleza de la santidad, a fin de revelar la luz de la vida a los que están junto a vosotros...” (CN, 87).

“Cuatro paredes y muebles costosos, alfombras afelpadas, espejos elegantes y hermosos cuadros no son cosas que constituyan un “hogar” si faltan la simpatía y el amor” (HC, 138).

CONCLUSIÓN 

“El símbolo más dulce del cielo es un hogar presidido por el espíritu del Señor. Si se cumple la voluntad de Dios, los esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza” (HC, 12). 

Como símbolo del Cielo nuestro hogar debe representar el hogar que Dios está preparando para nosotros, no solo en su aspecto físico, sino emocional y espiritual. 

Nuestro hogar eterno será un hogar de belleza inigualable, pero sobre todo un lugar donde la paz y el amor reinarán para siempre. 
“Todo lo hermoso de nuestra patria terrenal ha de recordarnos el río de cristal y los campos verdes, los árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una belleza que ningún pintor puede reproducir y que ninguna lengua humana puede describir. ‘Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman’ [1 Corintios 2:9]” (HC, 493).

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