Juntos rumbo al cielo

 INTRODUCCIÓN


Muchas veces las oraciones no tienen el efecto que esperamos en el otro, pero de una cosa podemos estar seguros: la oración comienza a cambiarnos primero a nosotros. Solo debemos prestar atención y lo notaremos. Entonces podremos afirmar que esta semana fue una bendición para todos los que participaron, especialmente porque nos dedicamos un poco más a nuestros momentos de comunión y oración con Dios. Solo recordemos los motivos y los grupos específicos en los que concentramos nuestras oraciones, oramos por: el sacerdote del hogar, nuestros niños, los adolescentes, los jóvenes, los viudos, los divorciados y los solitarios, y los ancianos, en fin, por prácticamente todas las personas de nuestra familia. Pero hoy queremos terminar la Semana de la Familia orando y fijando nuestra atención en los matrimonios de nuestra comunidad. Queremos pedirle a Dios que nos mantenga unidos, siempre firmes ante todos los desafíos que enfrentamos, pues así podremos dar un buen ejemplo, pero, sobre todo, podremos disfrutar del plan de Dios para el matrimonio.

ORACIÓN INICIAL

Oremos juntos a Dios antes de abrir su Palabra.

Nuestro Padre celestial, muchas gracias por esta Semana de la Familia. Queremos agradecerte Padre, pues en cada tema que estudiamos, pu- dimos ver y sentir cuán rica es tu Palabra en ejemplos y enseñanzas para todos nosotros. En ella siempre encontramos una orientación, un rumbo, un sentido, y el sentido seguro. Ella nos permite entender mejor lo que sucede a nuestro alrededor y nos presenta al Señor, al Padre, que tiene las soluciones que necesitamos. Te pedimos que nos ilumines al estudiar el tema de hoy. Oramos en el nombre de Jesús, amén.

Cada día de la semana tuvimos un personaje de la Biblia. Cuando hablamos a los ancianos, hablamos de Caleb. Cuando hablamos a los jóvenes, hablamos de José. Al hablarles a los adolescentes nos referimos a Daniel; al dirigirnos a los niños, les hablamos de la niña esclava. Hablamos de Ana, la madre de Samuel, de la viuda de Sarepta; en fin, para cada día de la semana, citamos a alguien. Y hoy, ¿sobre quién hablaremos a los matrimonios? Consideramos bien hablar del primer matrimonio de la Biblia, Adán y Eva.

En el texto bíblico leemos, Génesis 1:27, 28: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y so- juzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

Cuando leemos el versículo 28, al principio notamos algo importante: “Y los bendijo Dios [...]” ¿Sabe qué significa eso? Dios puso su bendición sobre ellos. Significa que ahora ellos estaban listos para comenzar la vida de a dos. Durante esta semana oramos por las personas de nuestra familia, pero en el centro de nuestra familia, están el marido y la esposa. En el centro de ese sistema familiar, está el matrimonio. Puede ser un matrimonio joven, un matrimonio de mediana edad o un matrimonio de más edad. Y alrededor de un matrimonio giran los demás miembros de la familia. Cuando el marido y la mujer están en desequilibrio, no se entienden bien, toda la familia sufre. Cuando el hombre y la mujer no viven más como matrimonio, no viven más el uno para el otro; cuando el egoísmo se apodera de esa relación, todos los que están alrededor sienten lo que sucede, todos sufren las consecuencias.

La guerra cósmica entre el bien y el mal, que llamamos el gran conflicto, afecta a la familia al afectar al marido y la mujer. Esto puede generar un desequilibrio irreversible con perjuicios emocionales, físicos y espirituales. Cuando el matrimonio ya no se entiende, cuando dicen que no se aman más, los hijos sufren, los padres del matrimonio (suegros de ambos lados) sufren también, todos los demás familiares: hermanos, cuñados, sobrinos, abuelos, todos sienten los efectos de ese conflicto.

Por eso, en la caminata rumbo al Cielo, necesitamos recordar de dónde vinimos, quién nos creó, quién nos unió como matrimonio y cuál es el papel de esa unión.

¿De dónde venimos?

Dios creó un jardín perfecto, un hogar perfecto, un matrimonio perfecto, una familia perfecta. Ellos eran perfectos porque no había desobediencia. Eran perfectos porque Dios estaba con ellos, porque el amor estaba presente en sus vidas. El amor era Dios mismo (1 Juan 4:8). Era todo perfecto porque Dios es perfecto, y él hizo todo perfecto.

Pero entonces vino la desobediencia, y junto con ella el desequilibrio. Lo que era colorido quedó borrado, manchado. Todo resultó más complicado y difícil.

Después del pecado ocurrió el primer conflicto en el matrimonio, la primera DR (discusión en la relación), se echaron la culpa el uno al otro. Eso afectó a Dios, el Padre:

Génesis 3:12, 13 “Y el hombre respondió: ‘La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí’. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ‘¿Qué es lo que has hecho?’. Y dijo la mujer: ‘La serpiente me engañó, y comí’”.

Y las consecuencias no terminan. Vemos que también los hijos comenzaron a tener conflictos entre ellos, al punto de que un hermano mató al otro. Conocemos la trágica historia de Caín y Abel (Génesis 4). Todo eso al comienzo de nuestro mundo como consecuencia de la separación entre el matrimonio, de la desobediencia y del pecado.

Cuando observamos el mundo vemos cómo continúa en aumento el pecado. Constatamos que la familia fue quien sufrió las mayores consecuencias. La familia fue creada e instituida por Dios para ser el centro del placer, la alegría y la felicidad eterna, porque Dios habitaba allí. Pero, con el pecado, la mayoría de las familias se convirtieron en un lugar de dolor, odio, sufrimiento, peleas y discusiones. Es triste constatar que es en la familia donde ocurren los mayores conflictos. Es en la familia donde el enemigo actúa más para destruir a las personas.

Sin embargo, tenemos una buena noticia que queremos darles hoy. Dios continúa apelando para que aceptemos la gracia del Señor Jesucristo y, sobre todo, que aceptemos también los planes de Dios para cada uno de nosotros, y eso sin duda pasa por la reconstrucción de la familia. Por eso, veremos cómo continuar haciendo de esa unión, de esa institución llamada matrimonio, algo tan importante y valioso para el ser humano.

1. EL MATRIMONIO CONTINÚA EN LA MENTE DE LOS SERES HUMANOS

Por más que las personas hoy no valoren la vida de a dos, la vida matrimonial entre un hombre y una mujer, la idea del matrimonio continúa presente en la vida de los seres humanos. Muchos jóvenes continúan soñando con la unión matrimonial y con la felicidad conyugal.

Mucho más allá de la cuestión sexual, o de la tradición, la unión de una pareja en matrimonio continúa siendo el sueño de mucha gente. Cuando

Dios hizo a Adán y Eva, los hizo para que fueran una bendición el uno con el otro, para que fueran felices. El matrimonio continúa siendo una unión tan fuerte que es capaz de unir dos personas tan diferentes. Dios llamó al matrimonio una sola carne. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).

Esa unión tan profunda es un misterio, porque son dos personas tan distintas, totalmente diferentes, de sexos diferentes, culturas y costumbres diferentes, que se sienten atraídas y ahora pasan a ser una sola carne.

Hay dos situaciones en las que podemos notar la fuerza de un matrimonio:

a) Cuando uno de los cónyuges fallece. Cuando en un matrimonio de más de 40, 50 años, uno de los cónyuges fallece, poco tiempo después el otro también enferma y muere.

b) Otro momento es cuando existe una separación. Imagine pegar dos hojas de papel, con mucho pegamento, y querer separarlas después que se seca. ¿Qué sucederá? Seguramente una se romperá más que la otra, pero ambas quedarán afectadas; ya no serán lo mismo.

El modelo de unión entre un hombre y una mujer ideado y creado por Dios puede ser experimentado por el ser humano. Cuando se comprende y acepta ese modelo de unión, llega a ser una bendición para todos los que lo experimentan.

2. EL EGOÍSMO Y EL ORGULLO QUE PRODUJO EL PECADO ARRUINARON TODO

El plan original era que una persona viviera para la otra y Dios estuviera en el centro de esa relación. Pero, notamos que la mayoría de los problemas de los matrimonios están relacionados al hecho de que Dios ya no es el centro de ese matrimonio. El yo reina con tal nivel de exigencia que, a veces, el otro no puede alcanzar.

El orgullo y el egoísmo que se instalaron en el corazón del ser humano impiden que Dios reine de manera soberana. Si Dios no es el centro de nuestra vida, si él no dirige nuestras acciones y palabras, quién nos está dirigiendo es el enemigo. No hay neutralidad. Dios necesita estar en el centro, en el trono de nuestro corazón. Dirigidos por Dios podremos sen- tir la naturaleza del matrimonio y entonces seremos una bendición el uno para el otro.

Es muy triste cuando la naturaleza pecaminosa asume el control, y es terrible cuando Dios es deshonrado y sus planes ya no tienen ningún sentido. Lo que vemos es el egoísmo y el orgullo instalados en el corazón humano que destruyen el plan original de Dios y lo que daba satisfacción a la relación matrimonial.

Muchas personas se casan varias veces y nunca encuentran felicidad ni satisfacción, porque el matrimonio no tiene el fundamento en Dios. Entonces, siempre se arruinará y fracasará.

3. DIOS DESEA RESTAURAR SU PLAN EN LA VIDA DE CADA FAMILIA

Un día recibí (el Pr. Sidnei, del programa Lugar de Paz, de NT, cuenta que cierto día recibió) un pedido de oración que decía: “Pastor Sidnei, hoy es mi último día de matrimonio. Ya no soporto vivir con la persona con quien me casé. Nunca más quiero verlo. Estoy muy amargada, muy herida [...]”.

¿Qué le respondería a una persona en una situación como esa? Yo le respondí: “Si usted confía en Dios, él puede restaurar todas las cosas. Si usted pone su vida y su matrimonio en las manos de Dios, él podrá restaurar su relación. Con seguridad los problemas vendrán, pero si las familias son fortalecidas, si los matrimonios son restaurados, si los matrimonios son salvos, si las parejas se perdonaran y deciden continuar la vida de a dos, serán la mayor demostración de que el matrimonio instituido por Dios permanece. Es la mayor prueba de que el plan de Dios funciona y de que él es la única solución para blindar el matrimonio y restaurar los lazos matrimoniales”.

Las familias y los matrimonios fortalecidos son una demostración de que Dios continúa siempre siendo una bendición para los seres humanos que se colocan bajo su protección y cuidado. El deseo de Dios es que nosotros aprendamos cada día con él sobre cómo podemos vivir mejor. Podemos aprender a cuidar mejor de nuestro matrimonio al observar lecciones importantes en la relación del primer matrimonio en el jardín del Edén, especialmente porque el mundo ya no valora tanto el matrimonio.

Algunas lecciones son:

a) Estén siempre cerca el uno del otro. Eva terminó apartándose de su esposo, donde quedó vulnerable al ataque del enemigo en forma de serpiente. Eso seguramente no habría sucedido si Eva se hubiese queda- do cerca de Adán y si Adán hubiera estado cerca de Eva.

b) Mantengan el diálogo. Continúen conversando, hablen de sus sentimientos, cuenten sus frustraciones, hablen de sus miedos, hablen de sus dificultades, sus luchas, en fin: mantengan siempre el canal de la comunicación abierto con su cónyuge.

c) Tomen decisiones siempre en conjunto. Nunca tomen decisiones solos. Permitan que la otra persona sea siempre parte de esas decisiones.

Durante una semana en la que estábamos orando por los matrimonios en el programa Lugar de paz, recibí un mensaje muy triste a través de una red social: “Pastor Sidnei, después de tantas traiciones y mentiras de mi esposo, ya no creo en el matrimonio. Ya no creo más que sea el plan de Dios. Tuve un divorcio doloroso. Estoy enamorada otra vez, pero ese asunto del matrimonio no tiene el menor sentido. Esa cuestión de vivir juntos, de tener una vida de a dos, ¡para mí no va más!”.

Así como esa persona, muchas otras en este momento están pasando por esa situación. Son personas que perdieron la esperanza y la confianza de que Dios quiere bendecir nuestra vida a través del matrimonio. No creen que ese sea un plan de Dios. Para algunos, la idea del matrimonio es algo tan lejano, tan remoto, que ya no creen que Dios pueda unir dos personas, bendecir el matrimonio y resultar bueno.

Pero, para que resulte bueno, es necesario colocar todo en las manos de Dios y hacer nuestra parte. Podemos usar la analogía de la construcción de una casa. Si usted decide construir una casa, necesitará un terreno, un proyecto, una planta, materiales, mano de obra. Se necesita una serie de cosas. Todo es importante en la edificación de una casa. La obra necesita supervisión y estar acompañada en cada detalle. En el matrimonio es igual. Son necesarios la preparación y el cuidado de cada detalle.

Por eso, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ofrece a los enamorados y novios varios instrumentos para ayudarlos en la edificación de un nuevo hogar. Para los que se quieren casar, existe el curso de novios. Es muy im- portante participar de ese curso y, por eso, es necesario que los pastores incentiven y exijan que los matrimonios de sus iglesias participen.

Para los que están casados, existe el Encuentro de Matrimonios de la iglesia y muchos temas disponibles sobre asuntos variados, especialmente, sobre problemas que generalmente viven los matrimonios en su relación y familia. Participe, invierta en su matrimonio. También debemos leer los materiales que la iglesia ha preparado para los matrimonios. ¿Leyó usted algún libro sobre relación matrimonial? ¿Tenemos El hogar cristiano, La conducción del niño y muchos otros?

Es muy importante que edifiquemos el “Altar de la familia” diariamente en nuestra casa. Haga el culto familiar. Ore con su cónyuge, ore con sus hijos. Después de todo, el éxito no es el resultado de la casualidad. Una familia equilibrada y feliz no surge de la nada. Necesitamos construir cada ladrillo y detalle de nuestra casa. Necesitamos desarrollar la espiritualidad, que es el fundamento de la familia. Necesitamos orar con nuestro cónyuge, estudiar la Biblia, participar de momentos devocionales con la familia. Si entregamos nuestra vida y familia a Dios, él nos dará lo que necesitamos para mantener encendida la llama del amor en nuestra relación. Necesitamos amor, ¿y quién es la fuente de todo amor? Dios no es solo la fuente, él es el amor en persona. O sea, solo puede haber amor donde está Dios, ese es el secreto del éxito o del fracaso.

Las personas que abandonan a Dios pierden la única fuente de amor que existe, y sin amor no lograrán permanecer juntos. Que busquemos a Dios, enseñemos sobre él a nuestro prójimo y que podamos transmitir experiencias que acercarán otros a Dios.

CONCLUSIÓN

Desde que salió del Edén, el ser humano tiene un vacío que trata de llenar. La búsqueda es incansable: en juegos de azar, en varios matrimonios, en bienes materiales, en dinero, en fama. El ser humano busca la felicidad sin éxito. Pero, ese vacío solo puede llenarlo Dios. Cuando permitimos que él sea el centro de nuestra vida, todo pasa a tener sentido. El vacío queda lleno, la familia comienza a tener el significado que debe tener, el matrimonio comienza a tener el valor que debe tener.

Por eso, invitamos al Adán y la Eva de hoy, representados por cada matrimonio, a renovar sus votos matrimoniales en este momento. El Adán y la Eva de hoy somos mi esposa y yo, usted y su cónyuge. Juntos le di- remos a Dios: “Aceptamos tu plan para nuestra vida y nuestra familia”.

Alguien podrá estar pensando: “Lo que usted está diciendo en la teoría es algo muy lindo, pero es algo que no se aplica a mí y a mi esposa. ¡Aquí se terminó nuestro amor! Puede ser que usted hasta piense que el amor se terminó, que solo un milagro puede salvar su matrimonio. Sepa que Dios es especialista en milagros. Dios es especialista en restauración y en hacer nuevo de nuevo lo que parece no tener solución.

Invitamos a todos los que quieren renovar la promesa de amor y fidelidad que un día hicieron al cónyuge. Queremos pedirle a Dios que él le dé a cada matrimonio la alegría, el placer, el bienestar que el Señor ha planeado para su vida.

Que la bendición de Dios repose sobre cada matrimonio en este momento.

ORACIÓN

“Querido Padre celestial, muchas gracias por esta semana. Muchas gracias por el estímulo a la oración. Muchas gracias porque, a través de cada diálogo contigo, pudimos sentir cada vez más tu presencia en nuestra vida. Queremos pedirte en este instante que renueves nuestra promesa matrimonial. Un día prometimos juntos ante el altar ser fieles el uno al otro, a estar juntos, uno al lado del otro en cualquier circunstancia. Te queremos pedir que aceptes nuestra decisión de renovar en este momento nuestro compromiso con nuestra Eva, o con el Adán que está a nuestro lado. Padre querido, acepta nuestra decisión y nuestra entrega. Permite que lo que hasta hoy no fue bueno, que no ha sido placentero, se transforme en bendiciones por tu presencia en nuestra casa. Oramos agradecidos, con la seguridad de que tú escuchas nuestra oración, que atiendes nuestra petición y que renuevas el matrimonio de los que ahora se ponen una vez más en tus manos para que nos lleves juntos rumbo al cielo. Oramos agradecidos y lo hacemos en el nombre de Jesucristo, amén”.

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