El crecimiento espiritual de la familia
Texto Base: “Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Josué 3:5).
INTRODUCCIÓN
Este año compartimos muchos principios para la familia; principios que nos enseñan como nuestro hogar puede ser un santuario donde Dios habita. Aprendimos sobre las diferentes relaciones en la familia. También aprendimos acerca de la función de sus miembros y sobre las áreas importantes que deben desarrollarse en el hogar para que este sea un instrumento poderoso en las manos de Dios. Como adventistas del séptimo día creemos que Jesús volverá pronto. Sabemos que tenemos una misión que cumplir en el mundo para apresurar su venida.
Hoy nos gustaría reflexionar sobre el crecimiento espiritual de la familia, sobre el proceso de santificación que todos debemos vivir. Existen algunos objetos que son de valor para la mayoría de las familias. Los álbumes de fotos son algunos de ellos. A pesar de que los álbumes “físicos” están pasando de moda, de manera general nos hacen revivir momentos del pasado a través de las imágenes, sean en papel o en una pantalla. Las fotos generalmente nos recuerdan las diferentes etapas por las que pasó la familia. Desde el momento en que la pareja se conoció, después se casó; la llegada de los hijos, y después las fases de su crecimiento hasta que llegan a adultos y construyen sus propios hogares. Tarde o temprano llegan los nietos y el ciclo de la familia continúa y se repite.
I. EL COMIENZO DEL CRECIMIENTO
La Biblia también usa la imagen del crecimiento del ser humano como ilustración para el crecimiento espiritual, el proceso de santificación.
1. Pedro 2:2, 3. Pedro dice que, como niños, debemos desear la leche espiritual para poder crecer para la salvación.
2. Lucas 2:52. Cuando Jesús estuvo en el mundo también pasó por el crecimiento.
3. 1 Corintios 13:11. Si nuestro objetivo es crecer, no podemos contentarnos en permanecer como niños espirituales. Al reflexionar sobre el último texto que leímos se nos dice que:
“No debemos permanecer siempre en calidad de niños en nuestro conocimiento y experiencia de las cosas espirituales. No hemos de expresarnos siempre en el lenguaje del que acaba de recibir a Cristo, sino que nuestras oraciones y exhortaciones deberían crecer en inteligencia a medida que aumenta nuestra experiencia en la verdad” (Hijos e hijas de Dios, p. 332).
Es maravilloso cuando la familia que anda con Dios tiene conciencia de ese camino de crecimiento y sus miembros se ayudan unos a otros en ese proceso. Los padres son los consejeros de los hijos, los hijos ayudan a los padres y a sus propios hermanos; y juntos, padres e hijos consiguen reconocer las victorias alcanzadas y las fallas que deben ser superadas. Algunas maneras de hacerlo en la práctica son: mantener una comunicación abierta y honesta con los hijos; ser humildes para pedir perdón cuando nos equivocamos, y así enseñarles por precepto y ejemplo a ser humildes también; ser responsables unos por el crecimiento de otros, dando libertad hasta a nuestros hijos a “reprendernos en amor” cuando enfrentamos la tentación de salir del camino. El hogar provee un ambiente ideal para ese crecimiento a través de las experiencias de cada día.
“La religión es una santificación práctica. ... La verdadera cualidad de la religión es medida por la manera por la cual cada miembro de la familia cumple sus deberes hacia sus asociados. ... Aprended la lección preciosa de ser pacificadores en la vida de vuestro hogar. Carta 34, 1894” (Nuestra elevada vocación, p. 181).
Muchas familias están destruidas hoy por no aprovechar las oportunidades que el hogar ofrece para crecer en Cristo. En el hogar siempre surgirán problemas y dificultades, pues el enemigo sabe el poder que un hogar bien estructurado tiene como herramienta de testimonio. Sin embargo, al depararnos con problemas, podemos enfrentarlos de dos maneras diferentes: verlos como obstáculos que impiden nuestro crecimiento o verlos como peldaños que facilitan nuestro progreso espiritual.
II. EL PRIMER PELDAÑO: LA ABNEGACIÓN
Como vimos en el texto del inicio, el crecimiento espiritual puede identificarse como el proceso de santificación en la vida del cristiano. En la escalera de la santificación, el primer peldaño es la abnegación. “Los que quieren alcanzar la bendición de la santidad deben aprender primero el significado de la abnegación. La cruz de Cristo es la columna central sobre la cual descansa el “sobremanera alto y eterno peso de gloria.” “Si alguno quiere venir en pos de mí—dijo Cristo,—niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” 2 Corintios 4:17; Mateo 16:24.
Es la fragancia del amor para con nuestros semejantes lo que revela nuestro amor para con Dios. Es la paciencia en el servicio lo que otorga descanso al alma. Es mediante el trabajo humilde, diligente y fiel cómo se promueve el bienestar de Israel. Dios sostiene y fortalece al que desea seguir en la senda de Cristo” (HAp, 447). La vida en familia y las interacciones en la comunidad de la iglesia proveen mucho espacio para practicar la abnegación. Como padres debemos estudiar “para aprender a enseñar a los niños a ser serviciales. Los jóvenes deben acostumbrarse desde temprano a la sumisión, a la abnegación y a la consideración de la felicidad ajena. Debe enseñárseles a subyugar el temperamento impulsivo, a retener la palabra apasionada, a manifestar invariablemente bondad, cortesía y dominio propio” (CM, 118). Jesús, nuestro ejemplo supremo, pasó por el camino de la abnegación y nos enseña que si elegimos seguirlo ese será también nuestro camino. Pero Jesús no es solo nuestro ejemplo, es quien nos hace posible el crecimiento. (Leer Efesios 4:11-16). Entonces, ¿cuál es el secreto para el crecimiento en la escalera de la santificación? Estar constantemente “en Cristo”. Solo existe crecimiento espiritual, solo existe santificación en Cristo Jesús.
III. EL CRECIMIENTO DEBE SER CONSTANTE Y COMPLETO
“La verdadera santificación es una obra diaria, que continúa por toda la vida. Los que están luchando con tentaciones cotidianas, venciendo sus propias tendencias pecaminosas, y buscando la santificación del corazón y la vida, no realizan ninguna pretensión ostentosa de santidad. Tienen hambre y sed de justicia. El pecado les parece excesivamente pecaminoso” (La edificación del carácter, p. 8).
Jesús mismo solo pudo crecer porque tenía una conexión constante con la fuente de poder, su Padre. Él dijo que no podía hacer nada por sí mismo (Juan 5:19; 14:10). Así como Jesús dependía completamente del Padre, nosotros también necesitamos depender completamente de él y mantener nuestros ojos fijos en Jesús. “Cuanto más nos acerquemos a él y cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente veremos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos sentiremos tentados a exaltarnos a nosotros mismos. Habrá un continuo esfuerzo del alma para acercarse a Dios; una constante, ferviente y dolorosa confesión del pecado y una humillación del corazón ante él. En cada paso de avance que demos en la experiencia cristiana, nuestro arrepentimiento será más profundo. Conoceremos que la suficiencia solamente se encuentra en Cristo, y haremos la confesión del apóstol: “Y yo sé que en mí (es a saber, en mi carne) no mora el bien”. “Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” Romanos 7:18; Gálatas 6:14” (HAp, 448). Cuando elegimos subir la escalera de la santificación con nuestra familia, podemos tener la seguridad de que seremos probados al máximo, pues el enemigo no desea que alcancemos la madurez en Cristo. Las pruebas vendrán de varias formas: como desafíos en la educación de nuestros hijos, como desánimo por las dificultades que enfrentamos, o como tentaciones para hacernos desistir de avanzar en el camino.
“Muchos son los que, aunque se esfuerzan por obedecer los mandamientos de Dios, tienen poca paz y alegría. Esa falta en su experiencia es el resultado de no ejercer fe. Caminan como si estuvieran en una tierra salitrosa, o en un desierto reseco. Demandan poco, cuando podrían pedir mucho, por cuanto no tienen límite las promesas de Dios. Los tales no representan correctamente la santificación que viene mediante la obediencia a la verdad. El Señor desea que todos sus hijos sean felices, llenos de paz y obedientes. Mediante el ejercicio de la fe el creyente llega a poseer esas bendiciones. Mediante ella puede ser suplida cada deficiencia del carácter, cada contaminación purificada, cada falta corregida, cada excelencia desarrollada” (HAp, 450).
La fe es el secreto para enfrentar las dificultades con alegría y paz en el corazón. Muchas veces alegamos tener fe, pero nuestra fisionomía no demuestra que en verdad la tenemos. Andamos cabizbajos, preocupados, y eso no genera confianza en Dios y mucho menos demuestra que tenemos fe. Parece que no entendemos el tamaño de la gracia de Dios, que no solo perdona, sino borra nuestros pecados y nos considera justos. El mismo Dios que provee fuerza para enfrentar las pruebas nos da su paz y alegría por la seguridad que tenemos de que él ya proveyó el camino para nuestra salvación. Podemos estar seguros de que nuestras pruebas serán momentáneas, y si permanecemos fieles, pronto veremos a Jesús viniendo a buscarnos para vivir para siempre con él en el hogar donde solo tendremos paz, felicidad y amor.
CONCLUSIÓN
¿Por qué debemos buscar la santificación de nuestra familia?
“Porque la voluntad de Dios—acerca de vosotros—es vuestra santificación.” 1 Tesalonicenses 4:3. ¿Es la vuestra también? Vuestros pecados pueden aparecer ante vosotros como montañas; pero si humilláis vuestro corazón, y los confesáis, creyendo en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, os perdonará y limpiará de toda injusticia. Dios demanda de vosotros una completa conformidad con su ley. Esa ley es el eco de su voz que nos dice: Más santo, sí, más santo aún. Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Permitid que vuestro corazón se llene con un intenso anhelo de su justicia, cuya obra, declara la Palabra de Dios, es paz, y su efecto quietud y seguridad para siempre” (HAp, 452).
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