Educando hijos para la misión
Texto base: “Así apartarás a los levitas de entre los hijos de Israel, y serán míos los levitas” (Números 8:14).
INTRODUCCIÓN
En el último mensaje de esta serie entendimos un poco mejor la función y la responsabilidad de la madre en el hogar. Como misionera del hogar, su prioridad es educar a los hijos para servir a Dios. Como levitas, los futuros sacerdotes del hogar, y como futuras misioneras del hogar, nuestros hijos e hijas deben ser educados para servir a Dios. Y ¿cómo podemos educarlos para eso? ¿Qué tipo de educación deben recibir?
I. EDUCANDO PARA LA MISIÓN
Hasta en la vida de Jesús, que era el hijo de Dios, la educación que le ofrecieron sus padres terrenales fue esencial en la preparación para la misión. Dios podría haberlo enviado ya adulto, sabiendo de todo, pero él eligió enviarlo como un niño indefenso, que necesitaba de la supervisión y del cariño de los padres. Y la experiencia de sumisión y dependencia a sus padres terrenales le enseñó a desarrollar sumisión y dependencia de su Padre celestial.
“Jesús recibió su educación en el santuario del hogar, no meramente de sus padres, sino de su Padre celestial. Al crecer, Dios le explicó más y más la gran obra que había delante de él. Pero a pesar de su conocimiento de esto, no se dio aires de superioridad. Nunca causó pena o ansiedad a sus padres... Se gozaba honrándolos y obedeciéndoles. Aunque no ignoraba su gran misión, consultaba los deseos de ellos y se sometía a su autoridad” (AFC, 32).
Samuel también fue un buen ejemplo de alguien que fue educado para una misión especial. En el inicio de su vida, recibió de su madre Ana instrucciones que perduraron por toda su vida y definieron su futuro y el futuro de toda la nación de Israel a través de su influencia. Para prepararlo para esa misión, Ana siguió los planes de Dios para su educación.
“Durante los tres primeros años de la vida del profeta Samuel, su madre le enseñó cuidadosamente a distinguir entre el bien y el mal. Usando cada objeto familiar que lo rodeaba, procuró dirigir sus pensamientos hacia el Creador. En cumplimiento de su voto de entregar su hijo al Señor, con gran abnegación lo colocó bajo el cuidado de Elí, el sumo sacerdote, para ser preparado para el servicio en la casa de Dios… Su primera educación lo indujo a mantener su integridad cristiana. ¡Qué recompensa recibió Ana! ¡Y qué estímulo a la fidelidad es su ejemplo!” (CN, 81).
II. ESTABLECIENDO EL FUNDAMENTO, CRISTO.
Ana nos dejó un gran ejemplo como madre. En la educación del pequeño Samuel, el conocimiento de Dios era su prioridad. (1 Corintios 3:11) Así como Cristo es el fundamento o cimiento de nuestra fe, y de todo lo importante para nosotros, Cristo también debe ser la base de la educación de nuestros hijos.
1. Enseñar sobre Cristo: Si queremos construir un carácter sólido en nuestros hijos, debemos comenzar llevándolos a Cristo. Cuando todavía son bebés, nuestros hijos necesitan adquirir el conocimiento de la persona de Jesucristo. Ellos necesitan aprender a confiar en él y tenerlo como un ayudador real en su vida.
“Los padres y madres debieran enseñar del amor de Jesús a las criaturas, los niños y los jóvenes. Sean de Cristo los primeros balbuceos del nene. […] Uno de los primeros sonidos que debiera llamar la atención es el nombre de Jesús y en sus más tiernos años debieran ser conducidos al escabel de la oración. Su mente debiera ser llenada con los relatos de la vida del Señor y su imaginación despertada con la descripción de las glorias del mundo venidero”.
En la educación de los hijos, Jesús necesita estar presente en todo momento, no solo en los momentos de estudio y oración, sino también en las actividades diarias. Una de las herramientas más eficaces que Dios nos dio para lograrlo fue la naturaleza. La naturaleza nos fue dada como una de los “libros” en el cual los niños pueden aprender de Dios, pues Dios se revela a nosotros a través de la naturaleza. En el libro La educación, página 100, leemos: “Para el niñito que aún no es capaz de captar lo que se enseña por medio de la página impresa o de ser iniciado en la rutina del aula, la naturaleza presenta una fuente infalible de instrucción y deleite. El corazón que aún no ha sido endurecido por el contacto con el mal es perspicaz para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas creadas”.
A través de la naturaleza pueden conocer el carácter de Dios: su amor, su sabiduría y su poder". PP, 69, 70.
“Así pueden aprender a verle en el árbol y en la vid, en el lirio y en la rosa, en el sol y en la estrella. Pueden aprender a oír su voz en el canto de los pájaros, en el murmullo de los árboles, en el ruido del trueno y en la música del mar” Ed, 120.
2. Ser un ejemplo de Cristo: Más que enseñar a nuestros hijos sobre Cristo, tenemos que recordar que nosotros, los padres, somos sus representantes. La imagen que nuestros hijos tienen de Dios en los primeros años está en gran parte asociada a la imagen que tienen de nosotros. Por eso, debemos ser cuidadosos al educar a nuestros hijos, no solo por medio de la enseñanza que les ofrecemos, sino también por el ejemplo que les damos.
“Se debe a los padres mayor grado de amor y respeto que a ninguna otra persona. Dios mismo, que les impuso la responsabilidad de guiar las almas puestas bajo su cuidado, ordenó que, durante los primeros años de la vida, los padres estén en lugar de Dios respecto a sus hijos” (HA, 265).
“Dichosos los padres cuya vida es un reflejo fiel de la vida divina, de modo que las promesas y los mandamientos de Dios despierten en los hijos gratitud y reverencia; dichosos los padres cuya ternura, justicia y longanimidad interpreten fielmente para el niño el amor, la justicia y la paciencia de Dios; dichosos los padres que, al enseñar a sus hijos a amarlos, a confiar en ellos y a obedecerles, les enseñen a amar a su Padre celestial, a confiar en él y a obedecerle. Los padres que hacen a sus hijos semejante dádiva los enriquecen con un tesoro más precioso que los tesoros de todas las edades, un tesoro tan duradero como la eternidad” (MC, 291).
III. EDIFICANDO LAS PAREDES DEL CARÁCTER
Ya vimos que Cristo debe ser el fundamento de nuestro carácter. Una vez que establecemos el cimiento de la casa espiritual de nuestros hijos a través del conocimiento de Cristo, pasamos a una fase nueva: la construcción de las paredes. (1 Pedro 2:5).
“En extenso grado, cada uno es arquitecto de su propio carácter. Cada día la estructura se acerca más a su terminación. La Palabra de Dios nos amonesta a prestar atención a cómo edificamos, a cuidar de que nuestro edificio esté fundado en la Roca eterna. Se acerca el momento en que nuestra obra quedará revelada tal cual es. Ahora es el momento en que todos han de cultivar las facultades que Dios les ha dado y formar un carácter que los haga útiles aquí y alcanzar la vida superior más allá”. CN, 150.
“La fe en Cristo como Salvador personal dará fuerza y solidez al carácter. Los que tienen verdadera fe en Cristo, serán serios, recordando que el ojo de Dios los ve, que el Juez de todos los hombres pesa el valor moral, que los seres celestiales observan qué clase de carácter están desarrollando”. CN, 151.
Como padres cristianos, a veces nos preocupamos si nuestros hijos abandonarán a Dios en los años de la adolescencia y juventud. Si nosotros los ayudamos a construir paredes fuertes en su carácter que resistirán las pruebas del enemigo, podemos descansar en Dios y saber que él será el ayudador de nuestros hijos. Necesitamos ayudarlos a ser cristianos genuinos desde temprano. Que su experiencia con Cristo sea tan real en los primeros años que a medida que crecen sea natural permanecer fieles a él. Los niños deben desarrollar el hábito de alimentarse diariamente de la Palabra de Dios a través del culto familiar, y a medida que van creciendo, desarrollar su devoción personal. Necesitan aprender a orar sin cesar, llevar a Dios cada pequeña ansiedad y problema y confiar que él responderá sus oraciones. Desarrollando esos hábitos de comunión con Dios, nuestros hijos comenzarán a ser un testimonio a los que están a su alrededor. La luz del Cielo será reflejada en su vida a través de los actos de bondad que practican. Al desarrollar en su vida el hábito de estudiar la Biblia y orar, el resultado será una vida de testimonio y servicio a otros.
IV. UN CARÁCTER APROBADO POR EL CIELO
Nada debería ser más deseado por nuestros hijos que el regreso de Jesús y la oportunidad de vivir eternamente con él. Ese día, el carácter de cada uno ya deberá estar formado, y nosotros, padres, tenemos la oportunidad de hacerlo ahora. “Los padres crean en extenso grado la atmósfera que reina en el círculo del hogar, y donde hay desacuerdo entre el padre y la madre, los niños participan del mismo espíritu. Impregnad la atmósfera de vuestro hogar con la fragancia de un espíritu tierno y servicial. Si os habéis convertido en extraños y no habéis sido cristianos de acuerdo con la Biblia, convertíos; porque el carácter que adquiráis durante el tiempo de gracia será el carácter que tendréis cuando venga Cristo. Si queréis ser santos en el cielo, debéis ser santos primero en la tierra. Los rasgos de carácter que cultivéis en la vida no serán cambiados por la muerte ni por la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia nuestro carácter al venir. La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino” HC, 156.
Dios estará con nosotros durante todo este recorrido de formación del carácter de nuestros hijos. Él nos capacita a pasar por cada una de las etapas de su desarrollo, si le permitimos que actúe en nuestra vida y nos colocarnos en sus manos.
“Dios nos da fortaleza, razonamiento y tiempo, a fin de que edifiquemos caracteres que él pueda aprobar. Quiere que cada uno de sus hijos edifique un carácter noble, realizando obras puras y nobles, para que al final pueda presentar una estructura simétrica, un hermoso templo, honrado por el hombre y Dios”. CN, 152.
CONCLUSIÓN
Así como Samuel, nuestros hijos saldrán un día del santuario del hogar para servir a Dios donde él los llame y nosotros padres debemos ser una de las influencias más fuertes en su preparación.
“Los padres deben saber cómo pueden enviar del santuario del hogar a sus hijos e hijas criados de tal modo que puedan brillar como luces en el mundo. Debemos comprender la división del trabajo y la manera en que cada ramo de la obra debe ser desempeñado. Cada cual debiera saber qué parte le toca en este trabajo, a fin de que la armonía de propósito y de acción sea mantenida en el trabajo de todos” 3JT, 322.
Que Dios nos ayude en esta noble misión de construir el carácter de nuestros hijos preparándolos para un día recibir la aprobación de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario