Secretos para una familia feliz

“Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa, y serán una sola carne.” Génesis 2:24.


INTRODUCCIÓN

Una mujer le dijo un secreto a su vecina. Le explicó cuando ella estuvo casada la primera vez, ella y su esposo tuvieron problemas de carácter financiero. Pero lo que hacía la situación más difícil era que su esposo tomaba del dinero cuando se necesitaba y que debía utilizarse solo para los gastos cotidianos del hogar.

Entonces, ella diseñó una solución. Ella escondía este dinero de manera que su esposo no lo encontraba. La vecina le preguntó: 
- “¿Y dónde escondes el dinero?” Su amiga le contestó: 
- “Lo escondo dentro de la Biblia familiar. Yo sé que ahí está seguro porque él nunca abre la Biblia”.

¿Sabía usted que en la Biblia hay tesoros escondidos?

Por ejemplo, hay:
• Secretos para la felicidad marital.
• Consejos para los conflictos familiares.
• Respuestas para los conflictos entre las parejas.
• Deberes y derechos de las parejas del matrimonio.
• Guías para las parejas de jóvenes que quieren casarse.
• Métodos para ayudar a hacer de sus hogares tajaditas del cielo aquí en la tierra. 

La Biblia habla de todos estos tópicos. Es la mejor fuente de consejos que pueda seguir una pareja casada. Teniendo esto en mente, miremos más de cerca nuestro texto inicial, Génesis 2:24. 
Este texto contiene tres secretos para un matrimonio feliz.

I. EL PRIMER SECRETO

Dice la primera parte de Génesis 2:24: “Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre”.

El primer secreto de un matrimonio feliz tiene que ver con: “dejar”. 
Dios nos llama a sacrificar nuestros antiguos caminos cuando nos casamos.
Hay ciertas cosas que tenemos que dejarlas ir para poder construir un matrimonio exitoso. Por ejemplo, si un hombre está dividido entre su madre y su esposa, será un esposo débil. Él no puede satisfacer las necesidades de su esposa y las de su madre. Aunque trate arduamente, ninguna de las dos estará feliz con la ejecutoria de él.

Una madre es como la patria de una persona. Una esposa es como un nuevo país al cual se ha mudado él. Nadie puede vivir en dos países a la misma vez. Aunque ame los dos países, solo podrá vivir en uno de ellos a la vez.

Cuando se casa, el hombre se convierte en un ciudadano leal de una nueva nación – esa nación se llama ‘matrimonio’.

La Palabra de Dios enseña que el hombre ha de sostener una relación íntima; y el vínculo matrimonial es superior al vínculo paternal, quiere decir que la relación con su esposa, está por encima de la relación con sus padres y la relación con sus hijos. 
Eso no significa que ya no ha de respetar a sus padres. Sugiere, sin embargo, que su esposa ha de tener la primera atención de sus afectos. Su primera responsabilidad es para con su esposa.

Lo mismo es cierto con respecto a la esposa.. La prioridad de su vida ha de ser su esposo. 
Consideremos la vida de Adán y de Eva. Cuando por primera vez se unieron, no había otros humanos en el planeta. No había vecinos, no había niños, no había familiares, no había suegros. Solamente se tenían el uno al otro. Su primera prioridad era su hogar. 
Nosotros también precisamos de esa autonomía para poder guardar nuestro hogar, nuestro círculo familiar, y hacer de nuestro cónyuge nuestra prioridad. Los familiares pueden visitar, pero nada debe interponerse entre un esposo y su esposa. Si las parejas siguieran este consejo, el caminar por su trayectoria en esta vida sería mucho más suave y delicado, sería mucho más llevadero y con menos asperezas.

II. EL SEGUNDO SECRETO

El segundo secreto que hallamos en Génesis 2:24 está en el centro del versículo. “…se unirá a su esposa”… La unión matrimonial ocurre en muchos niveles distintos. 
Una manera en que los esposos pueden alcanzar esta armonía es en el nivel emocional.

Consideremos el siguiente escenario:
Una pareja de casados maneja por una calle. Se encaminan a una cita para cenar con unos amigos. Siendo que sus amigos viven en una casa nueva, y ellos no los han visitado todavía en esta casa, la esposa está buscando la dirección en un mapa. Ella le ofrece direcciones a su esposo mientras éste maneja el automóvil. 

Antes de continuar con esta historia, quiero sugerir que esta situación ofrece muchas oportunidades maravillosas para que el esposo y la esposa tengan sus corazones enlazados y en armonía. Pero ahora veamos qué sucede en la historia.

Son las ocho de la noche. Hay mucha congestión vehicular, y los esposos ya están tarde para su cita para cenar con sus amigos. 

Al acercarse a una intersección, el esposo pregunta: 

- “¿Giro a la izquierda o a la derecha?” Ella le responde: 
- “A la izquierda”. Él, a la defensiva, dice: - “¡No! ¡Yo creo que debe ser a la derecha!”

Ella, no queriendo entrar en una discusión, especialmente porque van a encontrarse con unos amigos, guarda silencio. 

Así, el esposo, siguiendo su propio consejo, gira a la derecha. Casi de inmediato se da cuenta de su error, de que va en dirección contraria. Mirando a su esposa, le dice: 
- “Lo siento. Tú tenías razón. Yo me equivoqué”. A lo que ella le responde: 
- “Yo te perdono. Me imagino que no será muy grave si llegamos unos minutos tarde”. 
Entonces, él dice: 

- “Si tú sabías que yo iba a girar en dirección equivocada, ¿por qué no insististe un poco?” Ella le responde: 
- “Si yo tengo que escoger entre ‘tener razón’ y ‘ser feliz’, yo escojo ‘ser feliz’. Estuvimos a punto de entrar en una discusión fea. Yo quiero que pasemos una tarde agradable”.

¿Cuánto tiempo y cuánta energía gastamos tratando de tener razón, o tratando de probar que estamos en lo cierto, que tenemos razón?

¿Cuántas veces vale la pena insistir en nuestra propia manera de pensar, o en insistir en que nuestro punto de vista es el correcto, en detrimento de la armonía emocional?

Sería bueno para nosotros mismos que nos detuviéramos y que nos preguntáramos a nosotros mismos: “¿Estoy más interesado/a en probar que tengo razón o en disfrutar de la felicidad?” ¿Vale más preservar el honor de la unidad y de nuestro compromiso ó dar rienda suelta a nuestro impulso de decir las cosas? 

Veamos cómo Elena de White nos anima a ser muy cuidadosos acerca de cómo debemos de relacionarnos con las debilidades de nuestro cónyuge:

“Procuren todos descubrir las virtudes más bien que los defectos. Muchas veces, nuestra propia actitud y la atmósfera que nos rodea determinan lo que se nos revelará en otra persona” (HC 90).

Además dice: “Por mucho cuidado y prudencia con que se haya contraído el matrimonio, pocas son las parejas que hayan llegado a la perfecta unidad al realizarse la ceremonia del casamiento. La unión verdadera de ambos cónyuges es obra de los años subsiguientes” (HC, 90).

No podemos ser verdaderamente unidos a nuestro cónyuge mientras estemos enfocados primordialmente en tener razón y en procurar corregirlo/a. 

Necesitamos hacer esfuerzos genuinos para procurar entender el corazón de nuestro cónyuge.

Tenemos que ser pacientes y procurar entenderlo/a.

Tenemos que permitir que descubran algunas cosas por sus propios esfuerzos.

Tenemos que estar dispuestos a perdonar y a desprendernos de nuestros pre-conceptos e ideas, y a considerar las necesidades del/de la cónyuge.

Un vínculo perfecto no ocurre durante la luna de miel. Este tipo de crecimiento de carácter ocurre con el transcurrir de los años.

III. EL TERCER SECRETO

La última parte de Génesis 2:24 nos da el tercer secreto para tener un matrimonio feliz: “…y serán una sola carne.” 

Si hemos de disfrutar de felicidad en el matrimonio, tenemos que llegar a ser ‘una sola carne’ con nuestro/a cónyuge. Pero, ¿qué significa esto? Y ¿cómo es que esto va a traer un gozo mayor a nuestra unión?

Notemos algunas de las maneras en las que diversas personas interpretan esta aseveración:

1. “Ser ‘una sola carne’ significa que el esposo y la esposa tengan todas las cosas en común entre sí mismos. Todas sus posesiones pertenecen a ambos. Todos sus privilegios y derechos son compartidos entre ambos. Viven en unidad de mente y de corazón”.

2. “El ‘ser una carne’ se refiere a la unión física entre las parejas casadas que resulta en la procreación de su descendencia [sus hijos]”.

3. “El ‘ser una carne’ describe la unión espiritual del matrimonio. Ambos representan a Dios como si ambos fueran una sola persona. Esta es una unión de las almas”.

4. “El ‘ser una sola carne’ simplemente significa que esta es una unión monógama entre dos personas que es violada si se incluye una tercera persona. Lo opuesto a ‘una carne’ ocurre cuando surge la poligamia, el divorcio ilegítimo, el abuso, la pornografía, la fornicación o el adulterio”.

Ciertamente hay valor y verdad en cada una de las definiciones de la expresión ‘una carne’.

Tal vez, la definición que mas se obvia es ‘la unión espiritual de una pareja con Dios’.

Imagine un triángulo donde se representa a Dios en el punto central de arriba y a los cónyuges en los otros dos ángulos. Si una pareja de esposos se mantiene en sus lugares respectivos, se mantienen a la misma distancia de Dios y el uno del otro.

Ahora bien, si el esposo de mueve lateralmente hacia el lado de su esposa o si la esposa se mueve lateralmente hacia el lado de su esposo, parecería que se están uniendo, pero aún están distantes de Dios. Tal unión consume grandes cantidades de energía y no produce satisfacción verdadera.

Sin embargo, cuando para ambos, tanto para el esposo como para la esposa, es una prioridad el acercarse hacia Dios, automáticamente se acercarán el uno hacia el otro. Al moverse hacia arriba, hacia Dios, la distancia entre ellos se irá haciendo más pequeña. Esto sí traerá unidad genuina. 
Éste es el secreto de llegar a ser ‘una sola carne’. Es Dios el verdadero catalítico para traer verdadera felicidad a una pareja casada.

He aquí cómo Elena de White describe esta unidad:

“Dad a Cristo, en todas las cosas, el lugar primero, el último y el mejor. Contempladle constantemente, y vuestro amor por él, en la medida en que sea probado, se hará cada día más profundo y más fuerte. Y a medida que crezca vuestro amor por él, vuestro amor mutuo aumentará también en fuerza y profundidad” (HC, 90).

Jesús expresa el mismo concepto cuando dice: 

“Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” Mateo 6:33.

Una vez alguien lo dijo de otra manera: “Cuando todo lo que tienes es a Dios, tienes todo lo que necesitas.”

Cuando colocamos a Dios en primer lugar en nuestro matrimonio, tendremos toda la felicidad que jamás hayamos pensado.

CONCLUSIÓN

Hemos descubierto los aspectos para un matrimonio de éxito:
- Autonomía
- Compromiso
- Convivencia.

Infelizmente, el matrimonio en la actualidad sufre porque las parejas invierten el proceso: Primero conviven, luego se comprometen o casan y, después de varios años, buscan su autonomía e independencia.

Mas hoy hemos descubierto que en la Palabra de Dios hay muchos tesoros más que nos ayudan a construir matrimonios felices. 

Posiblemente, usted nunca ha buscado ayuda para su matrimonio en la Biblia.

Pero yo voy a retar a todos los esposos y a todas las esposas a que pasen más tiempo leyendo sus Biblias. 

Mediten en los pasajes de las Escrituras. Memoricen la Palabra de Dios de tarde y de mañana. Vayan compartiendo lo que aprenden con sus cónyuges. Procuren entender con cuán grande amor ama Dios, así como a sus familias, y cuánto anhela Él su felicidad de ustedes.

Oren por su matrimonio.
Oren solos y oren juntos. 
Oren por su cónyuge y por sus hijos. 

Y al estudiar la Biblia con oración, poco a poco serán atraídos más cerca de Dios, y más cerca de su cónyuge. 

¿Quieren poner ustedes en práctica estos tres secretos para la felicidad matrimonial?

¿Quieren ustedes separarse de alguna cosa que les impide acercarse y unirse a su cónyuge?

¿Están poniendo ustedes primero a Dios en sus vidas?

Si no es este el caso, entonces, en la tranquilidad de su corazón, ore a Dios ahora mismo. Dígale:

“Querido Jesús, Señor mío, quiero darte el primer lugar en mi vida, y quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para unirme verdaderamente a mi esposo/a. Por favor, Señor, ayúdame con este compromiso.”

Si usted practica estos tres secretos diariamente, usted experimentará un nivel de felicidad en su matrimonio más elevado que el que usted jamás había imaginado que sería posible.

Dios le bendiga.

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