El Matrimonio un anticipo del cielo

 Texto base: “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:33). 

INTRODUCCIÓN 
De todas las relaciones entre seres humanos, el matrimonio es la más importante que existe. Dios reserva para la pareja dentro del matrimonio la oportunidad de desarrollar la relación más íntima posible para el ser humano, tanto física, mental como espiritual. “El matrimonio recibió la sanción y bendición de Cristo y debe considerarse como una institución sagrada. 
La verdadera religión no contrarresta los planes del Señor. Dios ordenó que la mujer se uniera al hombre en santo matrimonio para formar familias coronadas de honra que fueran símbolos de la familia celestial... El matrimonio, cuando se forma con pureza y santidad, verdad y justicia, es una de las mayores bendiciones dadas a la familia humana... 
“El amor divino que emana de Cristo nunca destruye el amor humano, sino que lo abarca, refinado y purificado. Por él, el amor humano es elevado y ennoblecido. El amor humano nunca puede llevar su precioso fruto hasta que sea unido con la naturaleza divina y ejercitado a crecer hacia el cielo. Jesús quiere ver matrimonios felices, hogares felices. El calor de la verdadera amistad y el amor que une los corazones del esposo y la esposa es un goce anticipado del cielo” (En los lugares celestiales, p. 204).

Hoy analizaremos cada uno de esos aspectos de la relación de la pareja: su unidad espiritual, mental y física. 

I. UNIDAD ESPIRITUAL EN CRISTO 
Tal vez, una de las áreas en la que los matrimonios tengan más dificultades para alcanzar la intimidad sea la espiritualidad. Sin embargo, eso difícilmente se reconoce. Con frecuencia, el matrimonio reconoce y busca ayuda para dificultades en la intimidad física y emocional. Sin embargo, falla al entender que, sin una buena relación con Dios, es imposible alcanzar las verdaderas intimidades física y emocional. Por lo menos no del modo que Dios designó que sean. Muchos matrimonios viven en “incompatibilidad espiritual”. Generalmente, uno de los cónyuges busca a Dios con mayor intensidad que el otro. El primero entonces, reclama al otro una mayor espiritualidad. Sin embargo, al que es objetado no le gusta ese reclamo, y el ciclo continúa. 
Necesitamos entender que la compatibilidad espiritual no significa que ambos tengan el mismo tipo de relación con Dios o que expresarán su relación con él de la misma forma. 

ILUSTRACIÓN: 
Cierta vez, una esposa que pasaba fácilmente una hora o más en comunión con Dios, comenzó a molestarse por el hecho de que su esposo pasaba como máximo 20 a 30 minutos. 
Esa situación de incomodidad fue creciendo y como no aguantaba más, ella se desahogó con su esposo, pero él respondió que estaba bien con Dios y que se sentía fortalecido espiritualmente, aunque pasaba menos tiempo en comunión. 
A pesar de no aceptar la explicación en el momento, ella comenzó a notar que muchas veces él salía de la presencia de Dios tan fortalecido que compartía lecciones increíbles que había aprendido. Por otro lado, a veces, ella pasaba más tiempo en comunión y muchas veces salía desanimada y sin paz en el corazón. 

“Cada persona tiene una vida distinta a todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas”. DTG, 313.

Necesitamos entender y respetar esas diferencias de individualidad en el matrimonio. Y más que eso, debemos sacar provecho de esas diferencias, y así estaremos fortaleciéndonos mutuamente. (Lea Eclesiastés 4:9-12). 
Una de las maneras de fortalecer la espiritualidad del matrimonio es compartir con el cónyuge lo que estamos estudiando y las experiencias que hemos tenido con Dios. Aunque al principio el cónyuge parezca no corresponder, él al menos oirá, Dios estará actuando en su vida a través de su testimonio. Ahora, algo que puede terminar con la intimidad espiritual del matrimonio es el reclamo. No le reclame a su cónyuge, sino ore por él y comparta lo que Dios ha hecho en su vida. Oren juntos antes de tomar cualquier decisión, realicen los cultos familiares, aunque el sacerdote no tome la iniciativa. Recuerde que Dios puede bendecir a su cónyuge a través de su procedimiento, aunque él no esté buscando a Dios con la misma intensidad (vea 1 Corintios 7:14). 

Si usted todavía es soltero, recuerde que los mayores problemas de incompatibilidad espiritual entre los matrimonios son el resultado de elegir un cónyuge sin la aprobación de Dios. Entonces, pida la dirección de Dios en la elección de su futuro cónyuge y siga su orientación. Siempre busque a alguien que lo ayudará en su relación con Dios, no se arriesgue con alguien que podrá desanimarlo. Debemos ser misioneros y tratar de llevar a las personas a los pies de Cristo, pero hacerlo dentro de una relación que involucre emociones puede ser muy arriesgado. 

II. UNIDAD EMOCIONAL 
Muchas personas que se involucran con otra sin la seguridad de un matrimonio (el círculo sagrado) terminan teniendo una vida de extrema inseguridad emocional, porque no hay algo que los proteja. 
Por otro lado, matrimonios que de hecho son casados también pueden vivir en un estado de inseguridad emocional cuando los cónyuges no entienden o respetan la importancia del círculo sagrado. 
¿Qué sería entonces, de manera práctica, ese círculo sagrado que protege al matrimonio emocionalmente? 
“Existe en derredor de cada familia un círculo sagrado que debe preservarse. Ninguna otra persona tiene derecho a cruzar este círculo sagrado. El esposo y la esposa deben serlo todo el uno para el otro. Ella no debe tener secretos que rehúse revelar a su esposo y comunique a otros, y él no debe tener secretos que no diga a su esposa y relate a otros. El corazón de la esposa debe ser una tumba para los defectos del marido, y el corazón de él una tumba para los defectos de ella. Nunca debe una de las partes bromear a costa de los sentimientos de la otra parte. Nunca debe el marido o la mujer quejarse de su consorte a otros, en broma o de cualquier otra manera, porque con frecuencia el recurrir a bromas insensatas, que parezcan perfectamente inofensivas, termina en una prueba para cada uno y hasta en una separación. Se me ha mostrado que debe haber un escudo sagrado en derredor de cada familia”. HC, 156.

Vemos, entonces, que el círculo sagrado es la confianza que un cónyuge tiene en el otro, y esa confianza provee la unidad emocional que necesitan. Para mantener esa confianza, el cónyuge debe considerar tres actitudes importantes: 
1. Tener al cónyuge como el principal confidente: Nuestro cónyuge necesita ser todo para nosotros, pero después de Dios. Necesitamos confiar en él por sobre cualquier otra persona, inclusive nuestros mejores amigos. Necesitamos confiarle a él nuestros secretos, nuestras tristezas y nuestros sueños. Cuando un cónyuge siente que el otro confía en él, el otro cónyuge está motivado a corresponder a esa confianza y, en consecuencia, se crea entre ellos un sentimiento de seguridad. 
2. Guardar las fallas del cónyuge: Muchas veces en nuestra relación, enfrentamos dificultades emocionales, y lo más natural es buscar a alguien para desahogarnos. Pero Dios nos pide que no compartamos las fallas de nuestro cónyuge.  
“¡Oh cuántas vidas quedan amargadas por el derribamiento de las paredes que encierran las intimidades de cada familia y que están destinadas a conservar su pureza y santidad! Una tercera persona recibe las confidencias de la esposa, y llega a conocer los asuntos privados de la familia. Esto constituye la estratagema de Satanás para enajenar a los esposos. ¡Ojalá esto cesase! ¡Cuántas dificultades se ahorrarían! Encerrad en vuestros propios corazones el conocimiento de vuestras faltas mutuas. Presentad vuestras dificultades a Dios solamente. él puede daros consejos correctos y consuelo seguro, impregnado de pureza y exento de amargura”. HC, 306

Dios es el único que realmente puede hacer algo por las fallas de nuestro cónyuge. Entonces, en vez de compartir con otra persona, simplemente para buscar alivio, debemos llevarlas a Dios en oración e interceder por nuestro cónyuge. En casos de problemas más delicados, debemos buscar la ayuda de un profesional que mantendrá todo reservado y nos podrá ayudar. 
3. No exponer al otro, ni en broma: Muchos matrimonios intentan respetarse, pero, a veces, una broma entre amigos termina exponiendo los defectos del otro, como si la broma justificara la exposición. Sin embargo, eso también perjudica a la pareja. Es una forma de falta de respeto y puede romper el círculo sagrado, la confianza que uno tiene en el otro. 

III. UNIDAD FÍSICA 
Tal vez, el mayor reclamo entre parejas actuales esté relacionado a la intimidad física. En Eclesiastés 9:9 (leer), leemos que la sexualidad entre el marido y la mujer es algo que Dios nos dio para que sea una bendición, especialmente considerando las dificultades que él sabía que enfrentaríamos en el mundo como consecuencia del pecado. 
Pero la sexualidad ha sido banalizada por el enemigo, y en muchos casos, ya no desempeña la función designada por Dios. La verdadera unidad física del matrimonio debe estar precedida por la unidad espiritual y emocional. Dentro de esa protección, es verdadera y se convierte en una bendición para el matrimonio. ¿Cuáles serían algunas actitudes que pueden romper la unidad física del matrimonio? En 1 Corintios 6:19 (leer), leemos sobre el santuario de nuestro cuerpo. Como templo del Espíritu Santo, nuestro cuerpo también necesita tener propósitos santos. Cuando esto no sucede, la sexualidad pura designada por Dios pierde su propósito. La exposición indebida del cuerpo, que es tan común hoy en día, tanto en los hombres como en las mujeres y ha sido una invitación para que el enemigo coloque sugerencias impuras en la mente de los que observan. Esa exposición se ha convertido en una piedra de tropiezo tanto para los creyentes como para las personas del mundo. Dios desea habitar en nosotros y usar nuestras facultades para alcanzar a otras personas, pero no podemos ser un instrumento para Dios mientras estamos siendo una piedra de tropiezo incentivando a las personas a tener pensamientos impuros. Eso sin hablar de la inseguridad emocional que esas actitudes pueden tener en el cónyuge. Las avenidas del alma, que son nuestros sentidos, también deben ser santificadas para mantener el círculo sagrado del matrimonio intacto. 

Hoy, a través de los medios de comunicación es muy fácil tener acceso a imágenes que sugieren sensualidad, y esa sensualidad presentada con los efectos artificiales de los medios, a veces nos produce el deseo de huir de nuestra realidad. Muchas personas, fascinadas por ideas plantadas por el mundo imaginario de las películas, y series, terminan desconectándose de la realidad de sus matrimonios, se sienten insatisfechas y sienten que necesitan algo más para ser felices. El consejo para nosotros es: “Rueguen a Dios los que componen el círculo familiar para pedirle que santifique sus lenguas, oídos, ojos y todo miembro de su cuerpo. Cuando tropezamos con el mal, no es necesario que nos venza. Cristo ha hecho posible que nuestro carácter tenga la fragancia del bien” HC, 156.

En la vida cotidiana con nuestro cónyuge no tenemos efectos especiales, ni una bella banda de sonido. Enfrentamos la dura realidad de la vida en un mundo de pecado y problemas reales. Para lograr disfrutar a nuestro cónyuge, a pesar de eso, necesitamos guardar nuestros sentidos de contemplar el mal y buscar en Dios paz y alegría. Solo así lograremos disfrutar de unidad espiritual y emocional que resultará también en una unidad física sana. 

CONCLUSIÓN 
Dios desea que nuestra relación conyugal sea segura de profunda intimidad espiritual, emocional y física. Para alcanzar ese nivel de intimidad, debemos aprender a respetar los límites del círculo sagrado del matrimonio y necesitamos pedir que Cristo habite en nuestro corazón diariamente. 
“Si de veras se forma en nosotros Cristo, esperanza de gloria, habrá unión y amor en el hogar. El Cristo que more en el corazón de la esposa concordará con el Cristo que habite en el del marido. Se esforzarán juntos por llegar a las mansiones que Cristo fue a preparar para los que le aman” HC, 104. 

Que Dios nos ayude hoy entender mejor su voluntad para nuestros matrimonios. 
Que nuestro matrimonio refleje tanto la luz de la presencia de Dios que todo el mundo lo vea como un lugar donde Dios está presente.

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